Es una tragedia para el presidente… y para el país. Para Petro, por partida doble: por un lado, se trata de su hijo, a quien debe amar. Por otro, Nicolás está enredado en abiertos eventos de corrupción, aquellos contra los que en su época de parlamentario, por todos los medios, combatió el entonces congresista Petro.
Dolor de corazón por las consecuencias que deberá afrontar su hijo y angustia por el daño reputacional, quizás irreparable, a su proyecto político. Constatar que las agendas de su familia —hermano e hijo— no son convergentes con la suya debe ser doloroso. Y sin que medie corrupción, la agenda de su esposa no parece...
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