El fuego amigo, mal tramitado, amenaza las probabilidades de producir cambios efectivos por parte del gobierno Petro. La plataforma de aceptación, amplia, del nuevo gobierno, medida por el Centro Nacional de Consultoría, daría para que un equipo articulado procediera a actuar en forma organizada y efectiva, en el ejecutivo y el legislativo.
Sin embargo, los linchamientos públicos, una de las formas del fuego amigo, tan solo cinco semanas después de la posesión, están al orden del día en las propias toldas del PH, sin que se vean prospectos de dirimir las diferencias en forma constructiva.
Que cada incidente dentro de las fuerzas del gobierno se convierta en una oportunidad de hacer política para partidos de oposición es apenas obvio. Lo que no lo es tanto es la facilidad con la que se deslegitiman, desde su propia orilla, decisiones del alto gobierno en esta primera fase, que pudiéramos llamar de aprestamiento para gobernar y legislar.
No me refiero solo a los argumentos en contra de tal o cual nombramiento, ni a las críticas a declaraciones equívocas de ministras y ministros, ni a lo censurable de los hábitos etílicos y de enganche de damas de compañía en la Torre del Reloj de algún congresista. Nada más conveniente que la mirada crítica proveniente de las propias toldas, particularmente en un contexto en el que un gobierno, como el actual, está soportado en una variedad de alianzas que, por fortuna, impiden el unanimismo y hacen imposible la disciplina para perros.
Aludo a la forma en que se tramitan las diferencias y que deja al descubierto la enorme capacidad del despellejamiento moral de personas en Colombia en los avatares del quehacer público. En época de redes sociales, de la exponencialidad en que se reproducen los mensajes, cada actor, cada congresista, cada figura prominente del PH, cuentan con una oficina propia de prensa que emite mensajes al antojo. Lo que está ocurriendo, en las formas, no presagia buenos aires a favor de la coalición. Ni por los mensajes en sí mismos, ni por las reacciones, de la propia coalición, que todo lo justifican.
De adelante hacia atrás, algunas pocas perlas.
El cuento de los 10.000 billones de pesos de la ministra de Minas, refiriéndose al fondo de la gasolina, no deja de ser una equivocación de métricas. Le cayeron, propios y ajenos, en la misma línea: ineptitud, desconocimiento del sector. Empalma, sin embargo, con otros eslabones construidos por la misma ministra (decrecimiento de los modelos, soberbia y abandono en rueda de prensa), que van configurando la sensación de una cartera sin cabeza idónea. Dice Roy Barreras (El Tiempo, 11.09.22), que algunos ministros, “nuevos en tareas de gobierno, tienen dificultades para dejar de ser activistas y volverse ministros.” Tiene razón. Sin embargo, ¿no hay forma de decírselos en privado? ¿De acordar pautas para las comunicaciones externas? ¿De exigir impecable preparación en cada circunstancia? Nunca nadie se las sabe todas. Hay que prepararse, simplemente.
Los incidentes alrededor de nombramientos en el Departamento de Prosperidad Social (DPS) y el ICBF son singulares. Valiosas feministas han cuestionado, en público, la designación de Cielo Rusinque y Concepción Baracaldo, a quienes no conozco, en una y otra organización. No obstante, más allá de argumentos de peso, destilando los mensajes, parecieran quedar claros los hechos siguientes: que la primera es, entre otras cosas, defensora de violadores (Sanabria, Morris) y que la segunda se negó a cerrar un prostíbulo en Chía, en el que había menores. Gravísimo, por supuesto. Sin embargo, ¿la línea es buscar el ostracismo público para las dos, sin el debido proceso? De la misma forma, sin espacio para el debate, los defensores a ultranza de los nombramientos agreden a las feministas inconformes sin considerar al valor de sus argumentos.
Ignoro, en los casos mencionados, si también existe la insatisfacción propia de la transición entre los procesos de empalme y de nombramientos, en la que se crean expectativas que, pocas veces se suelen cumplir. Se habla (Semana, 9.9.22), del descontento de la Vicepresidenta Francia Márquez: ni ministerio de la Igualdad en la agenda, ni DPS…
Finalmente, el tema del senador Flórez. Vergonzosas su actuación y su primera reacción, ya sobrio (aquella de haber sido elegido para legislar y no para dar ejemplo), poco creíble su acto de contrición. El lío del fuego amigo en este caso está en la defensa incondicional y en el silencio de pares suyos, mujeres y hombres del PH que han mirado hacia otra parte, implacables cuando formaban parte de la oposición.
Son solo ejemplos de unos pocos días, en los que, me llama la atención, no hay signos de reconocer vulnerabilidades propias (“me equivoqué”, “me falta experiencia”, “me disculpo”), de discusión alrededor de argumentos, de explicaciones de por qué se designa a alguien en un cargo importante. Predomina la actitud de atrincheramiento en las posiciones propias, facilitando los estragos del fuego amigo.
Quizá falte algún personaje que le ayude al presidente a dar línea a sus ministros y congresistas, a promover la articulación de sus narrativas y acciones, a seguirles los pasos, a explicar decisiones que, eventualmente, resultan difíciles de entender. (Me parece que, en este caso, las respuestas del canciller Álvaro Leyva arrojaron luz sobre los casos de Nicaragua y Venezuela, arrojaron luces a una ciudadanía desconcertada).