La simpatía que a muchos nos causan los relatos de la madre del candidato Rodolfo Hernández no deberían servir para validar, una vez más, actos de violencia hacia los niños.
A muchos nos ha producido cercanía: la mamá, nonagenaria, del ingeniero Rodolfo Hernández, de 77, refiriéndose al fuete que le daba, de pequeño, al futuro alcalde de Bucaramanga y candidato presidencial en el 2022, por necio.
Los periodistas que realizan las entrevistas y los televidentes sonreímos, identificándonos, como si fuera un asunto pícaro, el de las rejeras a los niños en casa. La gente se siente cercana, quizá porque la norma social de “la letra con sangre entra” fue y sigue vigente.
Las historias que cuenta la señora humanizan al candidato, lo vuelven de carne y hueso. La simpatía es mayor aún debido a que se trata del candidato de más edad en la historia colombiana. Que aparezca con su madre, una santandereana de armas tomar, trabajadora y franca como suele ser la gente de su región, lo coloca al alcance del afecto.
¿Amor de madre a hijo? Sin duda: “porque te quiero te aporreo”.
Los golpes a los niños y las distintas formas de violencia no son cuento de finales de los años 40 y comienzos de los 50, cuando el eventual presidente era un niño de primaria. Están a la orden del día.
Más allá de la simpatía que nos genera la lucidez y el amor de la señora por su hijo, se está presentando un fenómeno más de validación de la violencia hacia los niños; nuestras sonrisas solo contribuyen a normalizar tales hechos de violencia intrafamiliar. Hay algunos en nombre del afecto; hay incontables en el marco de la arbitrariedad y desafecto de los adultos.
Muchos recuerdan, casi con nostalgia, anécdotas de violencia de padres a hijos como la de la amenaza de la “sicóloga”: una chancleta de caucho, talla adulto, directa a las nalgas del protagonista infantil de alguna necedad.
El ingeniero, en la realidad de su vida pública, es una persona iracunda que procede, con frecuencia, de manera violenta. Los videos en los que podemos verlo arremetiendo a golpes contra un concejal de Bucaramanga, las amenazas (“lo cojo a tiros, hp”, que también solemos interpretar como parte de los rasgos culturales de la región santandereana), dan testimonio de ese carácter alejado del diálogo, forjado a la brava, desde su casa, que concibe que las soluciones llegan con cualquier método, incluidos los violentos.
Muchos factores explican la violencia en Colombia. Dentro de ellos, pocos como el de la violencia en la familia, aún la ejercida bajo el manto del amor, de la protección de los niños, del afán de que crezcan rectos.
En estos pocos días que quedan para la segunda vuelta, llenos de declaraciones de uno u otro candidato para atraer votantes, bien valdría la pena, de parte del candidato Rodolfo Hernández, con la ayuda de William Ospina, una en la que repudie la violencia hacia los niños y niñas, que ponga por delante su interés prevalente.
Hablo de William Ospina, autor de grandes obras en las que nos muestra el desastre de todas las formas de violencia en nuestra sociedad.