¿Qué hacer con Andrés Escobar, el hombre de los disparos a los manifestantes en el 2021 en el marco del paro nacional?
No puede haber sino una respuesta: que la justicia, la institucional, obre.
Este personaje, Andrés Escobar, se hizo famoso al aparecer en fotos y videos con un arma disparando en Cali contra manifestantes durante el paro nacional de mayo del 21. Lo que la gente guarda en el recuerdo es la figura de un hombre, pistola en mano, una especie de Rambo criollo, al lado de servidores de la fuerza pública en actitud de disparar a los protestantes.
En un video, algunas semanas después, Escobar se justifica: no hizo otra cosa que defender, por mano propia, a la comunidad de la comuna 22 en Cali, contribuir a repeler a quienes llamó vándalos en trance de destruir la propiedad privada, apoyar a la fuerza pública y a la comunidad.
En otras palabras, en la supuesta defensa de la institucionalidad, Escobar, como bien lo dice la Fiscalía (Dirección Especializada contra las Violaciones de Derechos Humanos) en la imputación que se le hizo (usurpación de funciones públicas y empleo o lanzamiento de sustancias u objetos peligrosos, adicionales al cargo de amenazas, “agravado por el nivel de intimidación que, al parecer, ejerció sobre la ciudadanía”, 14.06.22), cometió actos ilícitos.
Que el caso de Escobar quede impune es un llamado a la barbarie, a la legitimación de una especie de paramilitarismo de corte urbano, en defensa, supuestamente, de la propiedad privada, al considerarse que la Fuerza Pública, por sí sola, resulta incapaz de hacerlo. La validación de la justicia por propia mano en contextos de protesta social.
Circula desde el fin de semana pasado un video en el que, en un escenario confuso en el que aparecen motocicletas de alto cilindraje y hombres agrediéndose, Andrés Escobar se ve involucrado en una riña de la cual no sale bien librado, ya que personas más fuertes que él le propinan una paliza. Por fortuna, no hubo lesiones mayores que lamentar, aunque el hecho en sí mismo es vandálico.
Lo realmente preocupante, más allá de la riña, son las reacciones favorables a la justicia por propia mano en las redes sociales, que, pareciera, se alinean con posturas ideológicas, igual que las contrarias.
De un lado, hombres y mujeres, prácticamente en forma unánime, celebraron la golpiza.
“Una cerveza para el héroe que le dio una paliza a Andrés Escobar (sic) ¡Salud, buen hombre, cumpliste nuestro sueño!” (4.574 corazoncitos de apoyo al trino).
“Masajearon al Paraco Andrés Escobar en Cali, como tiene que ser” (9.492 corazones).
“Yo viendo como le cascaban al pirobo de Andrés Escobar” (aparece la imagen de una mujer en dibujo animado gritando: “Dále, dále con la silla”).
“Al paramilitar de Andrés Escobar le dieron como una rata”.
“Toda Colombia ayer con lo de Andrés Escobar” (de un cuenta con cerca de 50 mil seguidores).
Son al menos centenares de trinos que, en esa interacción que produce reproducciones de crecimiento geométrico, configuran la terrible afinidad con el ejercicio de la justicia por mano propia al margen de la institucionalidad. Una poderosa y destructiva norma social que aplaude la deshumanización y promueve el regocijo por el castigo de parte de particulares a quienes se considera los malos.
Lamentable la reacción, por otro lado, de un semanario nacional: “Andrés Escobar fue atacado por petristas en Cali”, sin prueba alguna. Una senadora del CD se pregunta, refiriéndose a Escobar: “¿Será que tiene que ser líder social de izquierda para que el Estado lo proteja, o su vida no vale?”. Banalización de la gravedad de los centenares de asesinatos de líderes sociales en Colombia…
El cuento de la justicia por mano propia hay que detenerlo. Fortalecer las instituciones y construir confianza en la sociedad no van de la mano del silencio frente a la actitud de los aplausos a cualquier forma de justicia privada. Es obvio que el señor Escobar debe ser castigado por los delitos cometidos y que sean los jueces quienes impartan justicia.