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Lógica pambeliana: es mejor la competencia que los monopolios públicos, al menos en el campo de las telecomunicaciones y las tecnologías de la información.
La velocidad de difusión de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Trátese de las tecnologías móviles, las redes sociales, Uber, Airbus, WhatsApp, Youtube, los buscadores, los dispositivos o, como lo estamos viendo en estas semanas, cosecha de décadas de trabajo en inteligencia artificial, el ChatGPT, que amenaza los buscadores tradicionales (Google…), pasa poco tiempo para que consideremos “normal” la última innovación, como si hubiésemos contado con ella por largo tiempo. Hasta que llega, pronto, un nuevo hallazgo en forma de dispositivo, plataforma o algoritmo que nos predice con mayor precisión lo que deseamos y sentimos.
La relación de las TIC con la educación, la salud, la biología, la organización empresarial, la gobernabilidad del Estado, para solo hablar de algunas, está cambiando nuestras vidas, la de las empresas y organizaciones. La eliminación de puestos de trabajo y la creación de otros nuevos, los nuevos modelos de negocios que quiebran los tradicionales, irrumpen como maíz pira que se convierte en palomitas de maíz en la sartén.
Hay que distinguir, al menos, dos grandes ámbitos en materia de TIC. El de la conectividad, como tal, es decir, el tema del acceso a internet, que se logra a través de múltiples tecnologías, alámbricas, inalámbricas, satelitales. Y, segundo, el de los usos, de la apropiación. Dos pecados al respecto: llevar tabletas y computadores a lugares sin conectividad. Y el contrario: contar con conectividad sin programas para que los miembros del hogar, las empresas y las organizaciones puedan hacer buen uso del internet. Como una autopista sin vehículos que puedan transitar por ella. Por supuesto, hay otros aspectos vitales dentro del ecosistema digital como son la regulación, la gobernanza del mismo, la estructura del mercado, la promoción de la competencia, la protección al usuario.
Dicho lo anterior, no existe terreno más global que el de las TIC por su naturaleza misma. Sobran los ejemplos.
Detrás de cada innovación, desde luego, está la ciencia. Las matemáticas, la física, disciplinas de orden global, sientan la base para que la ingeniería y otras disciplinas de la tecnología generen las innovaciones sea en el campo del “machine-learning” y el internet de las cosas, las energías renovables o la medicina. La tecnología es posible gracias a inversiones descomunales y también a la disponibilidad de talento humano altamente calificado. Decenas de miles de patentes son características de las empresas proveedoras de tecnología en Asia, Europa o los Estados Unidos. Los cables de fibra óptica y, en general, los insumos y dispositivos asociados a distintas tecnologías que permiten el acceso a internet, son, perdón la redundancia, de alta tecnología.
Hablando de conectividad, parecen nubes de drones los satélites de Starlink (Elon Musk), colocados a baja altura, que permiten la conectividad a internet en Ucrania y facilitan la inteligencia de los militares ucranianos en la guerra contra la invasión rusa. Que, entre otras, aunque a costos aún altos, es un servicio ya disponible en Colombia… Servicio que en pocos años facilitará el acceso en zonas rurales remotas en todo el mundo.
La época de las empresas nacionales de telefonía, las que nos conectaban local, nacional o internacionalmente, culminó hace 30 años. En prácticamente todos los casos europeos occidentales y también en América Latina y Colombia, las empresas públicas telefónicas, usufructuarias de situaciones monopólicas en los órdenes nacional y regional por décadas, tuvieron que ceder el paso a mercados caracterizados por la concurrencia de diversos jugadores. Gracias, entre otras cosas, a la competencia, la conectividad a internet se multiplicó en Colombia.
Subsisten brechas grandes, especialmente en zonas rurales, algunas más remotas que otras.
¿Qué el Estado debe intervenir? Sí, por supuesto. Incluyendo y multiplicando programas como el del accidentado Centros Digitales, con todas sus Tapias que lo retrasan y encarecen. Negociando con proveedores, eligiendo las tecnologías adecuadas (que no son producción nacional), promoviendo el buen uso de internet en escuelas, hogares y empresas, involucrando a la comunidad.
Sin perder de vista que las TIC son globales.
