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HAY FECHAS DE SIGNIFICADO CONtradictorio, como el 9 de noviembre, para los alemanes y el mundo. El muro se quebró en 1989, hace 20 años, y con él todo el andamiaje ideológico de la Guerra Fría.
También un 9 de noviembre, 1923, el cabo Adolfo Hitler intentó un golpe de Estado en Baviera. Golpe fallido, carcelazo, del que sale Mi Lucha.
Otro 9 de noviembre, en 1938, fueron quemadas cerca de 1.600 sinagogas en Alemania, en la fatídica noche de los cristales rotos. Dos días antes, el secretario de la Embajada de Alemania en París, Ernesto Vom Rath, había sido herido de muerte por un judío alemán, Grynszpan. Vom Rath, militante del Partido Nacional Socialista y miembro de las SA, grupo paramilitar creado por Hitler mucho antes de convertirse en canciller, murió el 9 de noviembre. El asesinato de Vom Rath, convertido por los nazis en mártir a causa de una supuesta conspiración judía mundial, sirvió de pretexto para arrasar sinagogas, cementerios y negocios judíos (alrededor de 7.500), detener decenas de miles (se dice que treinta mil) y matar alrededor de cien esa noche. Además del olor a quemado, la noche del 9 al 10 de noviembre fue de ruido de ventanas y cristales rotos.
Hubo réplica en Austria, en donde las casi cien sinagogas existentes fueron destruidas. Unos meses atrás, Hitler había ingresado militarmente en Austria y la había “anexado”. Centenares de miles de austriacos habían recibido eufóricos a Hitler, su paisano. Hitler buscó la legitimación de la anexión. Acudió al pueblo austriaco y promovió un plebiscito en abril del 38 que fue votado masivamente: 99,7% votó “sí”. Que la noche de los cristales rotos se reprodujera con lujo de detalles en el noviembre siguiente era, pues, apenas obvio.
Alemanes comunes en el 38 permitieron, o aplaudieron o participaron en los horrendos hechos del 9 de noviembre. Detrás de la permisividad popular que sirvió de marco para la violencia de ese 9 de noviembre y los días posteriores (y los años anteriores) hay una causa sobrecogedora. Se trata del “limitado sentido crítico que la abrumadora mayoría del pueblo alemán consideraba fundamentalmente sano” frente a Hitler y sus empresas políticas, militares y raciales. Los hechos de violencia, el asesinato de Vom Rath y la noche de los cristales rotos no fueron objeto de protesta equilibrada. Las iglesias católica y protestante, por ejemplo, lamentaron el asesinato de Vom Rath y no dedicaron palabra alguna de protesta frente a la barbarie de la noche de los cristales rotos (Goldhagen, D., Los ejecutores voluntarios de Hitler). De los diarios, ni hablar: la violencia desatada contra los judíos fue justificada por ellos.
En Colombia hay aún un muro trágico: el de la indolencia frente a hechos bárbaros. Tres mil muertos reconocidos por el paramilitar H.H., masacres de las Farc tipo Bojayá o Machuca del Eln, más de dos millones de desplazados deambulando en las calles de las capitales, falsos positivos, por ejemplo, no generan asomos de indignación colectiva. ¿Qué se requiere para que ese muro caiga?
