Se está perdiendo tiempo valioso en Colombia sin comprender y menos aprovechar lo que trae consigo la revolución de la inteligencia artificial (IA), uno de los temas más relevantes en el ámbito de la tecnología en estos años. Aunque a diario experimentamos distintas manifestaciones de IA (el ordenador que completa la palabra, la recomendación personalizada de Netflix o Amazon, el robot que nos contesta en Whatsapp y, ahora, las respuestas del GPT-4, que redacta de maravilla), estamos lejos de embarcarnos en procesos sistemáticos de apropiación de dicha tecnología, perdiendo inmensas oportunidades y arriesgando desperdiciar una nueva generación de niños y jóvenes.
Quizás enfrascados en el debate alrededor de las reformas que el Gobierno Petro propone y, en general, en la parafernalia desatada por los incidentes del día a día (Nicolás Petro, Black Hawks, paros, paz total, renuncias de ministros y viceministros), se absorben las energías de quienes deberían estar en primera línea promoviendo formas inteligentes de apropiación de la IA.
El tema es ineludible por lo que significa para el país: crecimiento económico (en cuanto a las innovaciones que pueden aplicarse en salud, educación, el mundo de las empresas y su impacto en la productividad), calidad de vida, fortalecimiento de las actividades de investigación y desarrollo, toma de decisiones estratégicas informadas y compartidas, y, no menos importante, estar alineados con esta revolución sin par en la tecnología y no quedarse atrás en el concierto del mundo.
Se dirá que el momento político es único en Colombia y que no hay espacio para estos temas, que serán tratados cuando las aguas se calmen. Llevamos décadas hablando de la inversión mínima en ciencia y tecnología, sin éxito. Dos observaciones al respecto: la primera, que de hecho el mundo anda convulso y no por ello las instancias de discusión y definición de programas y acciones entre actores económicos y sociales dejan de estar activas en los órdenes nacional y multilateral alrededor de IA, salvo en países como Colombia. La segunda, que llevamos décadas en “interinidad”, abusando de la existencia de prioridades asociadas al conflicto interno, al narcotáfico, en fin, a los altos índices de violencia que impiden que en Colombia estos temas sean de primer orden.
En el campo empresarial hay en Colombia esfuerzos de empresas que se encuentran incorporando distintas formas de IA. Son una minoría y se corre el riesgo, en el largo plazo, de incurrir en rezagos que sólo acentuarán los problemas de equidad que tenemos hoy.
Los productos asociados a IA (solo menciono algunos: comprensión y generación de texto a partir de lenguaje natural, robótica física y procesos de automatización, sistemas de recomendación, reconocimiento facial, aprendizaje profundo, interfaces conversacionales, IA generativa, sistemas predictivos) están siendo adoptados de forma creciente en el mundo productivo de bienes y servicios, como lo reportan los informes de McKinsey, Deloitte y KGPM sobre IA.
Como todas las innovaciones, se trata de herramientas. En el mundo empresarial, se aplican funcionalmente en las áreas de mercadeo y ventas, en la instancia productiva (generación de servicios y productos basados en IA o uso de IA en la producción de los existentes), en la definición de estrategias y determinación de riesgos, en la captación y formación del talento humano, en los distintos eslabones de las cadenas de abastecimiento. Las posibilidades son inmensas y exigen una visión holística de los procesos productivos y de gestión emprersariales.
Existe la creencia de que solo las grandes corporaciones pueden invertir en IA. Errónea idea cuando se comprende que, finalmente, pequeñas y medianas empresas están inmersas en cadenas productivas y de suministro que requieren de estrategia, de mitigación de riesgos y que se debaten en los mercados de consumidores, proveedores y competidores.
El talento humano es la pieza esencial de proyectos que incorporen la IA.
Se habla mucho de la expansión de la cobertura de la educación superior. Nada se dice, sin embargo, de la escasez de talento humano en campos como la IA, un tema del que, al lado de las tecnologías de la información en general, se habla hace años aludiendo a faltantes de decenas de miles de profesionales. Nadie espera que el Estado sea el responsable de que el país cuente dentro de algunos años con una suficiente oferta, altamente calificada, de ingenieros de software, ingenieros y arquitectos de datos, ingenieros de machine learning, especialistas de diseño, gestores de productos IA, entre otros… Lo que se requiere, sí, son políticas que convoquen a los actores (universidades, instituciones técnicas, colegios, empresarios), apoyo a un cambio cultural, redes de alianzas internacionales y locales, y, con certeza, fondos de capital de riesgo. Las asociaciones empresariales y las universidades brillan por su ausencia.
No es tarde aún para, pase lo que pase en el terreno de la política, convertir en necesaria la incorporación de IA en la vida del país, colocándola en el mapa de prioridades.