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¿Será un sueño que alguno de los candidatos presidenciales honre a sus adversarios?
Politeia es un término del griego que se refiere al espacio público donde convergen el Estado y, por supuesto, los ciudadanos cuando, en sus diferencias, debaten y deciden sobre asuntos públicos. Los comportamientos, las actitudes y el lenguaje de los ciudadanos, de los políticos, de los funcionarios del gobierno y, en general, de los servidores públicos de las distintas ramas del poder en dicho espacio dan la pauta de lo que una sociedad quiere hacer de sí misma.
Los procesos electorales son una oportunidad para enriquecer dicho espacio de convergencia… o para contaminarlo. ¿Qué hacemos en él?
¿Acuerdos para construir entre todos? ¿Respeto por las diferencias y la diversidad en todas sus dimensiones? ¿Respeto por las reglas de juego y las decisiones? Si pierdo, ¿acepto la derrota? Si gano, ¿gobierno para todos?
Gracias a la tecnología, la velocidad y la viralidad de los mensajes se multiplican y, con ellas, el nivel de enriquecimiento o de “contaminación” de dicho espacio.
Bastan unas pocas muestras para la alarma de primer grado.
El trato hacia el adversario: dirigentes del Pacto Histórico (PH) que en sus mensajes no bajan de narcotraficante al candidato de la derecha, Federico Gutiérrez. Candidatos (Partido Conservador) que tratan de asesino a Petro por su militancia en un grupo que pasó por todos los filtros de un proceso de paz exitoso. La recíproca alusión al alto nivel de corrupción del contendiente. Cualquiera que gane: ¿qué nivel de ira contenida y revancha caracterizará a la administración entrante y a la respectiva oposición?
Desconocimiento anticipado de resultados: la pauta la dio el expresidente Uribe al aprovechar las irregularidades del conteo de votos de las pasadas elecciones legislativas, con la pretensión de descalificar los resultados desfavorables a su partido. En las toldas del PH algunos hablan de la imposibilidad de la derrota presidencial y de que el candidato Petro no saldría elegido solo si hay fraude… o un accidente aéreo. Brutal.
Intervención en política de algún alto mando militar… y la aprobación del Gobierno y de algunos aliados importantes: es obvio que el general Zapateiro no puede intervenir en política, porque está violando la ley al trenzarse en discusiones con uno de los candidatos. Más grave: el silencio y la solidaridad de cuerpo, la aprobación de grupos empresariales, inconscientes del daño que se puede infligir a la democracia.
Tiempos oscuros nos esperan, cualquiera sea el resultado de las elecciones, si la tónica del debate público es la aniquilación moral del adversario con las invitaciones a tipos de violencia que van más allá de la verbal, así como la intervención sin límites de parte de servidores públicos en la contienda.
¿Habrá alguno de los candidatos con posibilidades de clasificar a segunda vuelta que tenga el coraje de hacer un alto en el camino, de honrar a su adversario y a sus seguidores? ¿De ofrecer un gobierno para todos los colombianos? ¿De rechazar el lenguaje del odio? La verdad, hasta ahora, es que Fajardo, el candidato del centro, ha sido el único. ¿Podrán seguir sus pasos Gutiérrez y Petro?
Así, el espacio público sería politeia y no un campo minado.
