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Protección a las confecciones: ¿Contraproducente?

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Rafael Orduz
08 de noviembre de 2022 - 05:01 a. m.
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La propuesta del Gobierno nacional de subir el arancel a las importaciones de confecciones ha generado reacciones encontradas. Las de apoyo, por el supuesto impacto que tendría en la generación de empleo colombiano, como la de la Cámara Colombiana de la Confección y Afines. Las de rechazo, como en los casos de Analdex y de Fenalco, por el papel que tendría en el costo de vida y el aumento del contrabando.

El alza en los aranceles a productos producidos por sectores que se consideran vitales o por los daños que se infligen a los consumidores, es recurrente en el mundo. Se recuerda, en el 2019, la decisión del presidente Trump de elevar los aranceles del acero y el alumnio argentinos y brasileños, con el argumento de la masiva devalución en los países suramericanos, encareciendo, en dólares, las importaciones hacia los Estados Unidos. Las medidas arancelarias forman parte de la guerra comercial entre China y Estados Unidos y es tema diario en el planeta.

En Colombia el Plan de Desarrollo 2018-2022 incluía la protección arancelaria a las confecciones. La Corte Constitucional se pronunció en contra (según ella, la competencia le cabe solo al Ejecutivo y no al Congreso), como también, lo hicieron el Ministro del ramo, Restrepo y, como hoy, asociaciones como Analdex y Fenalco.

No cabe la menor duda: las confecciones son parte vital de la industria manufacturera colombiana. Son parte clave de la historia industrial colombiana, incluyendo esquemas como el antiguo Plan Vallejo, que contribuyó a insertarnos en cadenas globales de producción. Crea empleo formal en empresas grandes, medianas y pequeñas y, también, un volumen cuantioso de empleo informal. Es una industria que, aunque tiene su eje más importante en Medellín y el Valle de Aburrá y en el eje cafetero, tiene presencia en múltiples ciudades colombianas. Eventos como los de Colombiamoda ratifican la vocación de alta calidad de la producción colombiana y su papel de liderazgo en aspectos como el diseño, a la altura de exigentes cánones internacionales.

Es cierto que la industria formal textil y de confecciones tiene que vérselas con importaciones, especialmente de origen asiático (China, Bangladesh, India, Vietnam, Laos…), algunas de ellas provenientes de países con los que Colombia no ha suscrito acuerdos comerciales y que, como se sabe, suelen, en algunos casos, pagar menores salarios y abusar de la mano de obra infantil y femenina, es decir, que constituyen competencia desleal.

A pesar de las exportaciones colombianas, nuestra balanza comercial es ampliamente negativa.

No obstante, el contexto para el alza arancelaria al 40% no es el más apropiado.

Algo va de un escenario con aranceles bajos en contextos de revaluación del peso colombiano, como fue el caso de Colombia en los noventa, en el que la importación de confecciones se multiplicó, a la situación actual de depreciación acelerada del peso colombiano.

Un alza al 40% generará encarecimiento de la ropa en un contexto en el que la producción nacional, de lejos, no cubre la demanda nacional. El ritmo de devaluación en el que nos encontramos debería constituir, con el arancel actual, protección satisfactoria al sector local de confecciones.

El contrabando y sus mafias operan a escala mundial. No obstante, no es exagerado decir que Colombia también cuenta con “ventajas comparativas” en sus cadenas locales especaializadas en el contrabando desde hace décadas.

Hay un argumento adicional. Los consumidores colombianos satisfacen sus demandas de productos de bienes de consumo con producción local e importada, como ocurre en cualquier país de su nivel de ingreso y superiores. Los carros que se consumen en Francia no solo son los Citroen y los Renault, que contribuyen a satisfacer la demanda local y la internacional. La ropa que se consume en las grandes superficies es la del mundo.

La consigna no puede ser la de vieja data, la de consumir solo producción local. Al contrario: Colombia debe aspirar a aumentar el valor de facturación de sus confecciones, de excelente calidad, en todo el mundo y el Gobierno debe tomar las medidas para que ello sea así. Investigación en diseño (clave para producir “especialidades” y no “commodities”), formación de recursos humanos especializados, apoyo en mercadeo internacional, en registro de marcas, multiplicación de la participación en ferias internacionales, rubros en los que Colombia ha adquirido gran experiencia en lustros anteriores, deben estar en las prioridades.

Subir los aranceles al 40% nos traerá más contrabando, alzas en precios y contribuirá a encerranos de nuevo.

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