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¿Quién sufre más la impuntualidad presidencial? Su equipo

Rafael Orduz

11 de octubre de 2022 - 12:00 a. m.

El presidente Petro es impuntual en un país de impuntuales. Pasa, sin embargo, que el mandatario pertenece a las ligas mayores del incumplimiento en el manejo del tiempo.

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Sí, los colombianos somos impuntuales, aunque algo hemos mejorado. E-Diplomat, portal global para diplomáticos, dice de nuestra cultura corporativa: “Los colombianos son normalmente puntuales en asuntos de negocios, aunque pueden llegar media hora tarde… En una hora o dos puede significar mañana o la semana entrante. Mañana raras veces quiere decir mañana y puede significar la semana entrante. No se ofenda si alguien le dice que lo llama mañana y lo hace la semana siguiente…”

El tema no es banal: las consecuencias del incumplimiento del presidente son negativas para muchos, comenzando por él mismo, su equipo y los propósitos de cambio. Los problemas grandes de su gobierno, de seguir en esa línea, no provendrán de la ideología, sino de la capacidad de gestión, que se sustenta en el manejo del tiempo.

No es un tema sólo de respeto y consideración hacia el interlocutor, sean los alcaldes y gobernadores, los militares, los taxistas o los empresarios.

La gestión del tiempo es la base para la ejecución de reformas y programas que, inevitablemente, cruza por las respuestas a las preguntas: ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Para quién? ¿Con quién? ¿Qué cuesta y cómo se financia? Son la base para la formulación y la ejecución exitosa de las políticas públicas.

Los “qué” de primer nivel (por ejemplo, distribuir tres millones de hectáreas de tierra a campesinos desposeídos, “paz total”, transición energética) son relativamente fáciles de postular. Las demás preguntas, las que conducen a la efectiva ejecución, requieren articulación y convergencia de equipos, esfuerzos coordinados… bajo la tutela superior del líder.

En realidad, la norma que se va imponiendo, la de llegar muy tarde, o simplemente no asistir a las citas con sus propios equipos, es un atentado auto infligido, que va contra las posibilidades de llevar a buen término sus propuestas, de alinear su equipo, tanto en el Gobierno como en el Congreso.

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Estos hechos necesarios, los de articular los equipos alrededor de lo fundamental, solo se producen mediante encuentros entre el presidente y sus ministros, entre el Gobierno y su bancada. Sesiones de trabajo de las que salen acuerdos y compromisos que el líder supervisará con la ayuda de sus instrumentos técnicos (el DNP, por ejemplo).

Los ejemplos y las consecuencias están a la vista. El evento de Hatogrande, el viernes antepasado, convocado por Petro y al que llegó varias horas tarde, tiene consecuencias obvias: ministros que se contradicen entre sí porque no hay línea (Ocampo desdiciendo, con razón, a la vice de Minas, por ejemplo).

Los audios de la bancada del Pacto Histórico conocidos la semana pasada son dicientes. “Cada uno sacando su ego y registrando proyectos, a ver quién registra más, y no somos una bancada. Me excusan por lo que voy a decir y trátenme como quieran, somos una vergüenza. El Gobierno no tira línea”, dice uno de los congresistas.

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En vez de ver conspiraciones, lo procedente es la apropiada gestión del tiempo. Está inventada. Para ello, la puntualidad como norma social del gobierno, es pieza clave.

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