Sergio Fajardo es doctor en matemáticas. Ha sido profesor y en sus gobiernos, tanto en la alcaldía de Medellín como en Antioquia, priorizó la educación. Parecería ser uno de los más indicados entre los candidatos presidenciales para formular propuestas de política pública para los jóvenes colombianos. A un año de las elecciones ninguno se ha referido a la crisis de desempleo que los afecta, a su futuro en mercados laborales que se transforman a diario en el marco de profundos cambios ocasionados por la adopción de nuevas tecnologías, la globalización de los mercados y el cambio climático.
Pan de cada mes son los datos que Fajardo conoce de sobra de boca del DANE: los últimos, correspondientes a febrero de 2021, muestran que la tasa de desempleo de los jóvenes (14 a 28 años) es del 23.5%. En las mujeres, del 31.6%. En ciudades como Ibagué, Quibdó o Cúcuta, nos repiten periódicamente, el desempleo juvenil supera el 30%. Sin que hablemos de informalidad que, para la población ocupada en general, es del 49.2 % (23 ciudades y áreas metropólitanas).
La anterior es una situación grave del presente para los jóvenes. ¿Y el futuro del mercado laboral? ¿Cómo prepararse?
La pandemia, que seguirá con el ritmo del fuelle de los acordeones probablemente durante dos años más, es decir, con la alternacia entre confinamientos y aperturas, ha acelerado la adopción de tecnologías que, de hecho, venía veloz antes del covid. Nuevas habilidades son demandadas de cara a las necesidades del distanciamiento social, el teletrabajo y la educación virtual. Rubros como el comercio electrónico se han disparado, hogares y empresas invierten más en tecnologías de las comunicaciones.
Sabemos que los cambios tecnológicos destruyen ocupaciones y, también, que contribuyen a crear otros. No sabemos el saldo final, es decir, si las nuevas compensan las antiguas. Lo que sí se sabe es que muchos trabajadores desplazados por la tecnología no han tenido la posibilidad del reentrenamiento oportuno y de cambiar de carril laboral.
Robots, inteligencia artificial, tecnologías como la de impresión 3D, plataformas digitales, cambiarán, en pocos años, el mercado de trabajo tal como lo conocemos. Y con él, las habilidades y competencias que se demandarán.
En un extraordinario trabajo del BID (“El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe”, Kugler, Ripani, Soler, Rodrigo, 2020), refiriéndose a la robotización, se afirma que la pérdida del empleo en países latinoamericanos no sólo se relaciona con la introducción de robots in situ (que, de hecho, es baja), sino por la automatización en países avanzados como los Estados Unidos.
El llamado “offshoring”, consistente en ubicar partes de los procesos fabriles en países caracterizados por bajos salarios, generó desempleo en las economías avanzadas en ciertos sectores hace más o menos 30 años. Ensambladoras de vehículos o de computadores, por ejemplo, se trasladaron para México, Brasil o China, entre varias opciones. Con la introducción de robots y aún más, en el contexto de los conflictos con China, está servida sobre la mesa la siguiente oleada: partes y componentes producidos y ensamblados por robots en los países de altos ingresos, es decir, el regreso a casa. La narrativa de los salarios bajo no va más. Los afectados: empleos en países como los nuestros en la medida en que se suspenden exportaciones de bienes que ahora son o serán producidos, a menor costo, por robots en países como los Estados Unidos.
Otro trabajo de los mismos autores acerca del impacto de la robotización en los Estados Unidos y su impacto en el mercado laboral colombiano concluye que el desempleo local aumenta en los sectores que los utilizan. Y que las mujeres son las más afectadas. Que el proceso de desindustrialización se acelerará. Nuevos ocupaciones, sustitución de tareas a cargo de robots, automatización e inteligencia artificial. No sólo de aquellas rutinizables. Desde especialidades médicas que podrán ser adelantadas por robots; conceptos jurídicos y financieros que no requerirán de humanos, hasta los empleos actuales de los mismos chicos de empresas como Rappi, que podrán ser sustituidos por drones.
Nuevos modelos educativos, nuevas habilidades, destrucción de viejas ocupaciones, creación de nuevas. ¿Qué opina Sergio Fajardo?