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Venezuela: una oportunidad dorada para los empresarios colombianos

Rafael Orduz
05 de julio de 2022 - 05:01 a. m.

Colombia y Venezuela restablecerán relaciones diplomáticas y comerciales en un par de meses.

Será una gran oportunidad comercial para los empresarios colombianos, después de casi quince años de sequía en el comercio binacional, en los que Colombia consiguió sustituir la ausencia del mercado venezolano con otros destinos en Centroamérica y el mundo, y en los que el vecino país experimentó un retroceso de décadas en su ingreso y bienestar. Venezuela, como esponja seca, requiere de bienes y servicios colombianos y de nuestra iniciativa empresarial.

Cómo han cambiado las cosas entre Colombia y Venezuela: dos naciones con 2.219 km de frontera y una historia compartida de siglos, que en el 2008 llegaron a tener un intercambio comercial de US $ 7.2 mil millones (de los cuales $ 6 mil millones correspondieron a las exportaciones colombianas), hoy desplomado a las cifras irrisorias de un par de centenares de millones de dólares y un monto indeterminado por el contrabando.

Asuntos simples: antes los pimpineros vendían gasolina venezolana en los puntos de frontera, con enormes ganancias para las mafias del contrabando dadas las abismales diferencias de precios. Hoy, en Cúcuta muchos tanquean en estaciones de servicio y revenden a otras mafias que, a su vez, la distribuyen en Venezuela por la física escasez de combustible, la otrora potencia mundial petrolera.

Las épocas del gusto de los colombianos fronterizos por los diablitos, los jugos yukery, producidos por los fabricantes de la cerveza Polar en Venezuela, son apenas un recuerdo que otras generaciones de colombianos transmiten a sus nietos. Las camionetas Ford Explorer, ensambladas en Maracaibo, que transitaban con placas venezolanas en los Santanderes colombianos, son anécdota.

Las trochas, hoy, siguen siendo transitadas, aunque en menor grado que hace 4 años, por venezolanos, en su mayoría jóvenes que no ven futuro en el país que, por la prosperidad de su consumo basado en un modelo exportador de commodities, atrajo millones de colombianos en los años 70 y 80 del siglo pasado. La Colonia Tovar, cerca de Caracas, en el estado de Aragua, conocida por la cocina alemana, llegó a llamarse la Colombia Tovar por la presencia de hábiles empresarios colombianos que aprendieron con maestría las recetas del spaetzle, del codo de cerdo y, por supuesto, de la variedad de salchichas.

Los supermercados en el estado Táchira, de propiedad de empresarios portugueses y colombianos, en Apure de italianos, que atraían a compradores de las ciudades fronterizas colombianas, no existen.

Atrás quedaron toda suerte de comisiones binacionales que buscaron alentar el comercio y las inversiones entrre los dos países hasta finales de los 90.

En estos años de ruptura de las relaciones entre los dos países, de cierres de fronteras y también de contrabando y migraciones por las trochas, la política colombiana frente al futuro de Venezuela también se desplomó. Maduro no se fue, la oposición se fragmentó, la línea del Grupo de Lima quedó en retórica, la platica del famoso concierto en la frontera precedido por las famosas palabras “al régimen le quedan pocas horas” se perdió y la solicitud de extradición al presidente paralelo Juan Guaidó de la senadora Aída Merlano, no pasó de ser una broma oficial mas.

Al restablecerse las relaciones comerciales y políticas con Venezuela, hay una oportunidad de oro para los empresarios colombianos en un país potencialmente muy rico, del que huyó la inversión, que vio caer su ingreso per cápita de manera abrupta y que requerirá de la iniciativa privada, inversiones y abastecimiento de productos y servicios colombianos. Y, desde luego, del entendimiento entre los dos gobiernos orientado a que los flujos comerciales y de capital colombianos puedan movilizarse con seguridad jurídica y con agilidad.

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