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Decrecer

Rafael Rivas

12 de octubre de 2022 - 12:30 a. m.

A fines del siglo XVIII, el economista político Thomas Malthus publicó el Ensayo sobre el principio de la población. Sostenía que la humanidad tendía a crecer por encima de la capacidad de la Tierra de alimentarla: la población crecía exponencialmente, al tiempo que la capacidad de aumentar la producción de comida lo hacía linealmente, mientras hubiera tierras disponibles, y luego estaría limitada. Pero la mayor productividad agrícola que acompañó la Revolución Industrial hizo posible alimentar la creciente población y las teorías de Malthus, otrora tan influyentes, perdieron vigencia.

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Ahora es posible que surja una variación, por razones ecológicas. Si, como es claro, el mundo tiene que reducir la emisión de gases de efecto invernadero para limitar el calentamiento y si, como es probable, la mayor dificultad para hacerlo es que gran parte de la población del globo no ha alcanzado niveles de consumo que permitan anticipar una reducción en la demanda de combustibles fósiles (ni de alimentos, ni de insumos básicos), es difícil evitar la conclusión de que hacen falta políticas para evitar el crecimiento de la población.

Esta ya no es una teoría exótica. James Lovelock, creador de la teoría de Gaia, era tan pesimista sobre la capacidad de la humanidad de reducir las emisiones, que anticipaba que el siglo XXI podría ver la extinción de hasta el 90 % de la población humana. El gran ambientalista colombiano Ernesto Guhl advertía que aun sin la extinción de la especie humana, el cambio climático podría diezmar la civilización actual. Y el nuevo libro de Vaclav Smil, Como son las cosas en realidad, explica en exhaustivo detalle por qué será tan difícil, hasta el punto de ser casi imposible, reducir el uso de combustibles fósiles a la velocidad requerida. Parecería entonces que políticas de población que hasta ahora han sido impensables tendrían que ser parte de la ecuación.

Habrá mucha resistencia. La Iglesia católica seguirá rezagada frente a la ciencia y la opinión pública. Pero también habrá enormes reservas de quienes consideran que se violaría un derecho humano básico si se adoptaran políticas antireproductivas. Para la muestra, las críticas que recibió China por su política de un solo hijo. En todas partes, además, la caída de la población producirá retos económicos: ¿quién sostendrá al creciente número de viejos con una fuerza laboral cada vez menor? Pero lo cierto es que el mundo se sobrepobló y la raza humana está ejerciendo una presión sobre el planeta que no parece sostenible.

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En Colombia la población ha aumentado 50 % en 30 años; en Brasil, 40 %, en Estados Unidos, 30 %. Los tres ya están en transición demográfica. Pero en África se espera que la población se duplique en los próximos 30 años. Una de las mejores inversiones que podría hacer la humanidad para limitar la degradación ecológica sería un plan masivo de ayuda económica al África, que además acelere la transición demográfica, como sucede cuando la población pase a ser de una clase media. Los demás países también tendrán que pensar en lo que hasta hace poco era inconcebible: cómo prepararse para un mundo con menos gente, con políticas que promuevan el tránsito hacia allá.

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