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¿El salario mínimo para qué?

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Rafael Rivas
09 de diciembre de 2025 - 05:05 a. m.
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Empieza el ritual anual sobre la determinación del salario mínimo para el año entrante. Los trabajadores pedirán un aumento desproporcionado y los analistas propondrán un aumento cercano a la inflación. El Gobierno, tratando de seducir al electorado, lo aumentará tanto como pueda, a pesar de la alarmante situación fiscal. Hay que preguntarse si esta es una buena política.

El salario mínimo en Colombia se usa para una cantidad de cosas. Sirve para indexar multas, para fijar penas, para aumentar pensiones. Sirve, desgraciadamente, para aumentar la informalidad laboral, factor muy desafortunado en la economía colombiana. En la medida en que el salario mínimo se aparte de lo que sería un salario de mercado, las empresas tratarán de limitar el empleo formal. Una mayor proporción de la fuerza laboral buscará empleo informal, en los márgenes de la legalidad.

La presión por subir el salario mínimo en Colombia se ha visto aumentada por la percepción de que el salario mínimo debe subir con la productividad. Pero los analistas económicos advierten por la falta de productividad de la fuerza laboral colombiana y su falta de aporte al crecimiento. Y, sin embargo, a la hora de fijar el salario mínimo, se ha vuelto costumbre hacer alusión a unos aumentos de la productividad muy poco convincentes. Hay una cantidad de empleos de salario mínimo cuya productividad no puede subir, no tanto por culpa de la gente sino por la naturaleza del trabajo. ¿Y qué decir del absurdo de aumentar muchas de las pensiones con un supuesto índice de productividad que no generan los pensionados?

Si se trata de combatir la pobreza, lo lógico sería utilizar instrumentos mucho más dirigidos a este propósito particular. El salario mínimo es un instrumento poco eficaz, porque cobija a los empleados formales, que no son los más pobres, desplazando más gente hacia la informalidad. ¿Qué tan grave es este riesgo? Pues depende de qué tan alto es el salario mínimo en relación con los salarios de mercado. Y, según los datos de la OCDE, en Colombia es muy alto.

El salario mínimo en la mayor parte de los países europeos está entre 50 % y 60 % del salario promedio. En Francia, por ejemplo, es 62 %; en Alemania, 51 %; en España, 53 %; en Japón, 47 %; en los Estados Unidos, solo 25 %; en Colombia es 92 %, más alto que en Costa Rica, México o Chile, por citar otros países más cercanos. La última edición del Economist describe el consenso reciente sobre los inconvenientes de los salarios mínimos altos.

Nada de esto le importará al Gobierno. Pero nos afecta a todos, si se trata de construir una sociedad menos informal, con una solidaridad más institucional y políticas mejor diseñadas. Como mínimo, deberíamos dejar de indexar otras cosas al salario mínimo, si no tenemos la disciplina de dejar de subirlo en exceso. Y probablemente sería buena idea experimentar con políticas salariales más flexibles, como salarios mínimos diferentes por región, salarios diferentes para quienes primero acceden al mercado laboral o para gente de la tercera edad. A Colombia no le conviene seguir transitando por el camino de la informalidad.

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