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Abusador General de la Nación

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Ramiro Bejarano Guzmán
18 de octubre de 2015 - 03:19 a. m.
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Tiene razón el expresidente César Gaviria al calificar como peligroso al procurador Ordóñez.

Es lo que ha sido su nefasta gestión, puesta al servicio de la más rancia intolerancia de la iglesia católica y del laureanismo. El asunto no se reduce a la calumnia atroz del supuesto acuerdo entre Gobierno y Farc para encarcelar a Uribe, con la que Ordóñez aspiraba a acabar con el proceso de paz para homenajear al belicoso expresidente y senador.
 
En efecto, nada le sale bien al procurador, quien por cuenta de aceitar las maquinarias burocráticas primero en la Corte y más tarde en el Consejo de Estado, consiguió el milagro de hacerse inmune a las investigaciones en su contra. Ha hecho de todo y no le ha pasado nada, y podría ocurrir que se vaya del cargo sin que lo sacuda siquiera una hoja de los muchos expedientes que deberían estar abiertos para investigar y sancionar sus atropellos.
 
Es indecoroso que ahora Ordóñez pretenda convertirse en el funcionario que investiga y sanciona las supuestas intervenciones en política de los servidores públicos, cuando él no ha hecho otra cosa que proselitismo barato en su empeño de ganar la nominación a la candidatura presidencial por el conservatismo. Los pájaros tirándoles a las escopetas. No todos hemos olvidado que Ordóñez viene convocando unas jornadas humanitarias en diferentes ciudades para entregarles regalos a comunidades pobres, que no son más que actos politiqueros, para lo cual ha utilizado recursos estatales, como usar aviones de la Policía Nacional para trasladarse a apartados lugares de la geografía nacional escoltado por la “primera dama de la Procuraduría” y un séquito de alfiles de su campaña partidista, conformada por altos funcionarios de ese organismo de control. Las dádivas que se han repartido delante de todas las cámaras de televisión han sido adquiridas o financiadas con recursos que han debido aportar funcionarios de la misma Procuraduría, algunos sutilmente forzados a desprenderse de contribuciones para no despertar la ira perseguidora de este monseñor laico y su cohorte de lambones y mediocres. Un procurador pidiendo dinero a sus subalternos para hacer política clientelista en su favor no se había visto jamás, y ojalá no se repita. Y ese siniestro procurador quiere convencernos de que él y su funesta Procuraduría son garantes del buen suceso de las próximas elecciones.
 
 Todo le sale mal al procurador, porque todo lo hace mal. La Corte Constitucional tuvo que llamarle la atención y exigirle que no abuse de su función, como lo pretendió al solicitarles a los notarios el listado de contrayentes de uniones del mismo sexo. ¿Qué buscaba llevando a los archivos de la entidad que gobierna a “sangre y fuego” los nombres de quienes en ejercicio de sus derechos constitucionales han optado por formar uniones con personas del mismo sexo? Por supuesto que pretendía cualquier cosa menos proteger sus derechos, que ha pisoteado desde el primer día en el que se hizo procurador, y luego cuando con el auspicio indebido de la cuestionada contratadora Sandra Morelli y la anodina e incompetente ministra de Justicia Ruth Stella Correa, se hizo reelegir procurador, en lo que constituyó una puñalada mortal a la institucionalidad y al mismo Santos.  Es un escándalo que el máximo tribunal constitucional reprenda al jefe del Ministerio Público por arbitrario, y eso ya no parezca preocupar a nadie.
 
Ordóñez no está del lado de la ley sino de sus torvas aspiraciones; ahora se alió con el controvertido Jorge Pretelt, también conspicuo miembro de la ultraderecha. En esta cruzada inmoral Ordóñez no está solo; en la sombra lo secundan otros que olvidaron hasta sus convicciones, con tal de cumplirle a sus odios.
 
Adenda No 1. ¿Para quién trabaja el errático ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas? Sus críticas infundadas e interesadas a las sanciones impuestas a los momios azucareros por el súper Robledo hablan mal de su lealtad y competencia.
 
Adenda No 2. El autor de El hombre que amaba a los perros es el escritor cubano Leonardo Padura. Ofrezco excusas por el yerro de mi pasada columna y de paso recomiendo Herejes, otra magnífica novela suya.
 
notasdebuhardilla@hotmail.com
 

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