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Adiós a las armas

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Ramiro Bejarano Guzmán
26 de junio de 2016 - 02:00 a. m.
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Era obvio que a los pregoneros de desastres, como el expresidente Álvaro Uribe con sus airados tenientes del Centro Democrático, algunos dirigentes conservadores y el perverso procurador Ordóñez, no les iba a gustar el acuerdo del pasado jueves que le puso fin a la guerra de 52 años con las Farc.

Mientras ellos se revolcaban como el chacal en el lodazal de sus odios, el resto de sus compatriotas aplaudíamos emocionados lo que veíamos. Hay que agradecerle a Santos que no haya sucumbido a su empeño de hacer la paz. Para eso lo elegimos.

La paz ya se asoma a pesar de esos opositores recalcitrantes y mezquinos que sólo le apuestan al rencor. No hay que insistirle a Uribe ni a nadie de su partido político que entren en razón, mucho menos a Ordóñez, ellos decidieron quedarse no sólo por fuera de la historia, sino en contra de ella. El tren de la reconciliación ya partió y no tiene reversa.

Lo que falta ya es poco. Hay que persistir y terminar esto, de manera que se pueda suscribir el acuerdo final y aquí en territorio colombiano, como lo anunció Santos. Luego de que eso ocurra, ojalá pronto, empezaremos a vivir en paz al menos con las Farc, porque no se nos puede olvidar que todavía el proceso de reconciliación con el Eln está en veremos, hasta que este grupo insurgente libere inmediatamente y sin condiciones a los secuestrados y se comprometa a no incurrir más en ese delito atroz.

Ahora se avecinan días de intensos debates, porque por cuenta del hermetismo que el Gobierno ha mantenido sobre los Acuerdos de la Habana, la verdad es que los colombianos no tienen claro sobre cuáles bases se ha diseñado la paz. La gente cree que a partir del pasado jueves se acabaron los crímenes en el país, y obviamente eso no será así, al menos inmediatamente. Habrá que esperar que se concrete la dejación de armas, que funcionen bien las zonas de concentración de las Farc, que se enmienden unos puntos neurálgicos del acuerdo sobre la Jurisdicción Especial de la Paz y que se definan otros, como el del nombramiento de sus magistrados.

El alcalde de Cali, Maurice Armitage, que no es santo de mi devoción porque está más propenso al disparate que al acierto, sin embargo en los últimos días hizo una reflexión sensata que por supuesto no es original suya. Según el burgomaestre, la sociedad tiene que tomar conciencia de que este conflicto con las Farc de más de medio siglo que estamos empezando a enterrar surgió como respuesta a la intolerancia y a la desigualdad. Él, que vive y se mueve en el reino de los momios caleños, sabe de lo que habla cuando se trata de la arrogancia y las exclusiones de nuestros inefables poderosos paisanos. Si las fuerzas vivas de la comunidad no hacen esfuerzos reales y generosos por construir esta paz que logró Santos y se limitan solamente a aplaudir este armisticio de ahora que nos permitirá recobrar de una vez por todas la tranquilidad que perdimos durante tantos años, es muy probable que lo que hoy celebramos se convierta en flor de un día. En El Salvador, por ejemplo, si bien terminó la guerra civil, luego de ello el país enfrenta una ola de violencia dramática con un promedio de 500 asesinatos mensuales; y el caso de Guatemala es igualmente preocupante. La paz no es solamente apagar los fusiles, sino desactivar los odios y las estigmatizaciones.

Y aunque reitero que en mi opinión no era necesario consultar al pueblo si ratificaba o no los acuerdos de La Habana, de autorizar la Corte Constitucional el plebiscito, esa será ocasión inolvidable para sepultar la muerte, el terror y sus pavorosos sostenedores. Los colombianos tienen la feliz oportunidad de expresar el deseo irrevocable de apoyar la paz, y decirles no a quienes hasta el último día de la guerra abogaban para que continuara el conflicto interno, la barbarie y la destrucción. Después de tantas equivocaciones, deben venir por fin años de prosperidad y alegría. Así sea.

 

Adenda No 1. Que no se les ocurra firmar el acuerdo final de la paz en Bogotá, que es donde menos se ha sentido la guerra.

 

Adenda No 2. Trump y Brexit: el odio y la intolerancia se toman el mundo.

 

 

 

notasdebuhardilla@hotmail.com, @RamiroBejaranoG

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