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Año Viejo agridulce

Ramiro Bejarano Guzmán

08 de enero de 2023 - 12:00 a. m.

Somos más los que queremos que la “paz total” le salga bien, señor presidente, y eso se hará realidad si no se deja tentar por la vanidad ni por la esperanza de ganar el Nobel de paz.

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El imborrable error en el que incurrió Petro la noche del 31 de diciembre, cuando trinó la buena noticia de que su gobierno y cinco organizaciones al margen de la ley habían acordado el cese bilateral al fuego, sin que eso fuera verdad, al menos con el Eln, fue fruto del interés presidencial de que parezca que la paz fue posible gracias a exmilitantes el M-19 que, con el mandatario, hoy están en el poder.

Una cosa es que el M-19 solito pudiera desatar hace 40 años una guerra de ingrata recordación, y otra pretender hacer la paz con la única ayuda de lo que queda en el actual gobierno de ese movimiento insurgente. Llegó la hora de que en las conversaciones de paz o el sometimiento a la justicia que se avecinan estén el mayor número de colombianos, empezando por las víctimas, y no solamente quienes hoy invocan el dudoso honor de haber militado en el M-19.

Una cosa es haber arrodillado velozmente al Congreso con la habilidad de Roy Barreras, y otra lograr la paz a las volandas auxiliado por varios ex M-19, como mi paisano Otty Patiño, jefe negociador; o el temible y belico so director de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), Manuel Alberto Casanova, ahora miembro de la Comisión de Verificación del futuro cese bilateral del fuego.

Petro haría bien en ofrecer excusas y admitir que no dijo la verdad cuando anunció un acuerdo que era apenas una propuesta; también el Eln porque negó que en el primer ciclo de negociación se hubiese hablado del tema, cuando sí se trató así no se hubiere concluido; se tropezó el mismo Otty Patiño, quien desde su primer comunicado al último se le notaron sus malabares dialécticos para protegerse disfrazando el desatino del Gobierno para terminar aplaudiendo al Eln por estar dispuesto a discutir esa propuesta. Todos fallaron y no hubo uno solo que lo hubiese admitido. Inclusive nos extraviamos quienes ingenuamente alimentamos esperanzas de paz en ese “falso positivo” del cese bilateral.

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No se entiende cómo el gobierno sigue asumiendo riesgos, como el de proponerle ahora una tregua al Eln, que tampoco ha sido tratada en la mesa de negociación. Qué pasará si tampoco le jala a esa pausa con la que se buscan tablas en un partido que no se puede perder. A propósito, justo es reconocer que el ministro Alfonso Prada lo hizo bien en la rueda de prensa porque se necesitaba el pronunciamiento oficial que pusiera algo de orden, así el empeño principal hubiera recaído en derogar un decreto inútil.

En efecto, es caricaturesca la preocupación necia de suspender las consecuencias jurídicas del decreto expedido con precipitación para que operara el cese con los elenos. El mundo del derecho no se va derrumbar porque se haya expedido un decreto mendaz. No será el primer decreto que incumplirían el Eln -en eso llevan años-, ni el gobierno. Lo trascendente es que los fusiles se silencien.

Petro puede estar seguro de que quienes lo apoyamos en el fallido cese bilateral del fuego, lo seguiremos haciendo, como con la paz de Santos y como estaríamos dispuestos a hacerlo con quien entienda que no es posible vivir en una permanente espiral de violencia. En Irlanda hicieron la paz, en España Eta abandonó la lucha armada, en centro américa las guerras civiles terminaron, en Sudáfrica enterraron el apartheid, pero nosotros seguimos en lo mismo luego de 60 años desde cuando el gobierno presidido por el conservador Guillermo León Valencia “fundó” a bala las Farc.

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No creo que Petro se hubiese inventado el cese bilateral al fuego, ni que hubiese sorprendido a su su equipo. El gran responsable de todo este lamentable enredo es el Comisionado de Paz, Danilo Rueda, quien al igual que Casanova -el del DNI, otro protagonista de este descalabro-, debieron haber renunciado por no evitarle a Petro que se fuera de bruces en su disparatado anhelo de “cumplirle” al M-19. Guardaron silencio y prefirieron quedarse gobernando pero sin asumir responsabilidades, privando al presidente de la opción de enderezar el rumbo de su “Paz Total”. Como el viejo cuento “va una”.

Adenda. Lo que es un prevaricato no es que la jueza Lilyan Bastidas liberara a dos jóvenes detenidos por protestar, sino que la Procuraduría, abusando de su poder, la haya denunciado penalmente por cumplir la ley.

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notasdebuhardilla@hotmail.com

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