Se equivocó Benedetti al insultar a la magistrada Cristina Lombana —más conocida como la Calladita—, calificándola de “H. P. loca, demente y delincuente”. Diatriba inaceptable. Era obvio que el país iba a protestar por este trato soez de quien registra antecedentes como maltratador de mujeres. Por más caribe que sea, y aun cuando lo gobiernen los impulsos, el ministro tiene que controlarse. Si Lombana hubiese sido hombre, Armandito —como lo llaman sus cercanos— no se habría atrevido a escupirle tan bochornosos epítetos.
Los airados reclamos de Benedetti no se ven serios, porque de ser cierto que lleva soportando siete años de persecución por la doctora Lombana, debe tener pruebas y está obligado a exhibirlas. En todo caso, lo que sí es censurable es que la justicia no haya encontrado las evidencias que hace tiempo sí se comentan abiertamente en varios medios.
Hizo bien el saliente presidente de la Corte, Octavio Tejeiro, en emitir el comunicado que difundió; no podía guardar silencio ante el atropello de un ministro a una togada de la Corte, así la afectada hubiera sido la tristemente célebre y nada confiable Cristina Lombana.
Al comunicado de Tejeiro no le quitaría una sola coma, pero sí le agregaría uno que otro párrafo porque, en medio de sus bravuconadas, Benedetti lanzó muy graves acusaciones contra Lombana que no pueden quedar reducidas a titulares de prensa. Según el ministro, ella lo viene persiguiendo sin que pueda hacerlo y, lo que es peor, sin pruebas que lo comprometan. No es cierto que por haber dejado de ser congresista la Corte perdiera competencia para investigarlo, pero la magistrada Lombana y de su mano la misma corporación tienen que dar explicaciones y pronunciarse con serenidad y seriedad. Además, en aras de la imparcialidad judicial, la Corte debe trasladar su comunicado a la Comisión de Acusaciones para que se ausculten las muy delicadas sindicaciones de Benedetti contra su investigadora, que aun cuando provengan de él deben ser investigadas.
Vi actuar a Lombana como funcionaria propensa a la altanería, pues no le da miedo mandar con brusquedad e intransigencia porque es más militar que jurista; por eso quiso posesionarse vestida con su uniforme de mayor del ejército. Por haber tenido responsabilidades profesionales como abogado en un asunto conocido en su despacho, fui testigo de cómo Lombana se empeñó tozudamente en tramitar una indagación preliminar contra el prestigioso congresista de izquierda Jorge Enrique Robledo, acusado de supuestas injurias y calumnias por Néstor Humberto Martínez, tan uribista como la magistrada. Cuando desde el día uno se le pidió que respetara la inviolabilidad parlamentaria, no para proteger al involucrado en una querella temeraria e infundada sino para salvaguardar las garantías constitucionales de los parlamentarios y la independencia del Congreso, no oyó las reiteradas peticiones para que no avanzara en ese asunto claramente improcedente. Fueron sus colegas quienes advirtieron el adefesio cuando suscribieron la providencia que aceptó el desistimiento propuesto por el promotor de esa denuncia que, en manos de otro togado respetuoso de la Constitución y de la inviolabilidad parlamentaria, no habría avanzado jamás.
La verdad, ahí están pintados ambos. Benedetti demostró una vez más que es un agresor de mujeres sin límites ni filtros, que no tiene problema con ultrajar a una magistrada que lo investiga. Petro lo ha convencido de que nadie puede detenerlo y por eso actúa como un atarván. La Calladita dirá que no tiene preferencias políticas, pero sí ha dado muestras de su uribismo y de alimentar sentimientos adversos contra quienes profesen ideas progresistas contrarias a las suyas, impropio en quien administra justicia, que la tornan déspota como reiteradamente lo ha documentado el columnista Daniel Coronell. Así parece haberlo demostrado en el fallido y cuestionado allanamiento en la casa barranquillera de Benedetti, el cual quedó manchado por detalles inusuales que, puestos en contexto, no parecen los habituales de una jueza desprevenida sino perseguidora.
No pueden caer en el vacío las denuncias de la cónyuge de Benedetti, según las cuales, fue maltratada y amenazada por la doctora Lombana en el curso de esa cuestionada diligencia en Barranquilla. Conociendo a la togada, eso es verosímil. Ese libreto no hace parte del debido proceso en ningún Estado democrático y tiene que ameritar que las autoridades lo investiguen.
Adenda. Delirante y estúpida la cruzada del partido de Cesar Gaviria para impedir que el Nuevo Liberalismo use su nombre.