SI EL ACTUAL PROCESO ELECTORAL fuese limpio, el candidato Rafael Pardo sería una opción ganadora, pero como el presidente y candidato Álvaro Uribe se puso de ruana la Constitución y la ley, la oposición debería prepararse para el reto de no permitir el fraude en sus narices.
Tan provocadora ha sido la actitud de Uribe en los últimos días, que hasta uno de los suyos, Carlos Alberto Jaramillo, vocero de la Asociación Colombia Primero y promotor del referendo reeleccionista, admitió que cuando su amo cínicamente dejó la reelección en manos de “Dios, el pueblo y la Corte Constitucional”, le envió un mensaje a la Corte para que salve el tramposo referendo financiado por DMG. Si alguien tan obsecuente de la causa presidencial, interpreta que el Jefe de Estado le está pidiendo a la Corte Constitucional aprobar el referendo, ello demuestra el desprecio del Gobierno y sus áulicos por la autonomía e independencia judiciales. Perdieron el pudor, con tal de quedarse.
Uribe está en el mejor de los mundos, mientras sus competidores están en el peor de los escenarios. El Presidente formalmente no es candidato, pero se comporta como tal, todos los días y a toda hora. Para colmo de males, los medios, en su mayoría rendidos a sus pies, ya le dispensan tratamiento de presidente reelecto.
Como ya se sabe que del lado del referendo reeleccionista están “Dios —representado por unos jerarcas católicos todos uribistas—, el pueblo —engañado con la información tergiversada de los medios y halagado con las canonjías oficialistas— y la Corte Constitucional —cooptada por Uribe—”, más que alianzas inútiles, lo que los partidos de oposición deberían explorar es la posibilidad de retirarse de la próxima contienda presidencial y dejar a Uribe como único candidato.
Si el liberalismo y el Polo están enfrentando esta campaña en términos tan desventajosos, frente a un presidente que arrancó el año hablando en todas las emisoras de provincia, y que seguirá de candidato en la sombra en cada Consejo Comunal, estos partidos tienen el deber de no prestarse a esa farsa de jornada electoral que ratificará ilegítimamente a Uribe por otros cuatro años.
Al uribismo se le olvidó que la legitimidad de una segunda reelección no deviene de que “Dios, el pueblo y la Corte Constitucional” a la manera de una perversa moñona le den el visto bueno al zarpazo uribista, sino de que el proceso electoral esté rodeado de garantías para la oposición, de manera que todas las fuerzas políticas se expresen en igualdad de condiciones.
Es probable que a los malquerientes de la oposición, les parezca un gesto antidemocrático dejar a Uribe solito en su empeño de reelegirse. Que lo hagan, no importa, para ellos lo único que cuenta es ganar, por eso no han dicho una sola palabra censurando la falta de garantías de la oposición para enfrentarse al candidato más poderoso. Lo que sí no puede seguir ocurriendo en lo que toca con el liberalismo, es que su futuro se trace desde las columnas antiliberales de María Isabel Rueda y Mauricio Vargas, desde las cuales pretenden prohibirle a Rafael Pardo que lleve a su campaña a samperistas; o imponerle que la llene de gaviristas; o que oiga a todos los liberales menos a uno de sus ex presidentes; o que no haga alianzas con Vargas o el Polo; e, inclusive, hasta mofarse de la legítima aspiración al Senado de un hombre decente e independiente como Felipe Zuleta Lleras. Con esos consejeros que quieren darle entierro de quinta al liberalismo, para qué enemigos.
Si Uribe pretende ser presidente vitalicio, la mejor forma de asegurarse es que sea candidato único. Ya veremos si “ganando” así, es capaz de gobernar.
Adenda. El gobernador Juan Carlos Abadía, continúa manejando el Valle del Cauca como su hacienda privada. Y el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, “tolerando” que sus amigos llenen la ciudad de pasacalles laudatorios de su gestión, al igual que en su momento lo hizo su amo, el payaso Angelino Garzón. ¿Tampoco hay Procuraduría en Cali, o también allá está arreglada?