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Cartas marcadas

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Ramiro Bejarano Guzmán
27 de junio de 2009 - 05:36 a. m.
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LA CARICATURA MAGISTRAL DEL maestro Osuna en la que se ve a Uribe y Ordóñez redactando la misiva con la que el último convocó al Presidente y a la Corte Suprema a deponer sus supuestas diferencias, interpreta lo que los colombianos percibimos del Procurador.

Si Ordóñez considera que tanto en el proceder de Uribe como en el de la Corte “no se observa la necesaria ponderación propia de las altas dignidades”, y si además cree que “la sociedad echa de menos la necesaria discreción en los pronunciamientos judiciales” porque “con posterioridad a la notificación de las providencias se inicie (sic) un debate público por quienes las expiden”, en vez de cartas zalameras, lo que ha debido hacer es denunciar ante las autoridades a los supuestos responsables para que sean investigados. Como no lo hizo, en esto también está delinquiendo y en materia grave, esta vez por omisión de denuncia.

Claro, Ordóñez no se atrevió a hacer de su bobalicona carta una denuncia, como era su deber, si fuese coherente y serio, no sólo porque se habría metido un tiro en el pie denunciando a su amo Uribe, sino porque sabe que su intento de reconciliación, no es más que un mezquino encargo para ultrajar a la Corte Suprema.

No haber denunciado los hechos que ahora ventila a medias en una publicitada carta, es una conducta delictuosa. Algo similar al intento de montar en compañía de Fernando Londoño, Gabriel Jaimes - Procurador en Asuntos Penales -, varios funcionarios del Gobierno y otros secuaces de idéntica ralea, procesos o estrategias judiciales, calculadamente deslizadas en los medios, para perseguir a quienes creemos que al frente de la nueva Procuraduría lo que podría haber es una banda temible concertada para delinquir.

Ordóñez critica “las reacciones frecuentes ante los medios de comunicación” de Uribe y la Corte, pero olvida que él mismo ha defendido públicamente sus livianos fallos, sin éxito. Al absolver a los ministros por la yidispolítica, salió a los medios a sostener que los absolvía porque la realidad procesal de lo que estaba en la Procuraduría, era diferente de lo que reposaba en los pleitos de la Corte contra Yidis y Teodolindo. Entonces a Ordóñez no le pareció desafortunado promover un debate público frente a su cuestionada decisión, después de haber sido notificada.

Tampoco a quienes conforman el férreo anillo de seguridad de Ordóñez les incomoda la publicidad, como Gabriel Jaimes, a quien no le ha parecido indebido filtrar cuidadosamente versiones en el caso del crimen de Álvaro Gómez, provenientes de una declaración de Fernando Botero, el ex cliente de Fernando Londoño Hoyos, este último amigote íntimo, contertulio y guía del Procurador, para que se hagan sugerencias maliciosas y sin ningún fundamento. La idea es desviar esa importante investigación, para cobrar odios políticos, antipatías personales y religiosas, rencillas profesionales y venganzas periodísticas.

Lo que no recordó Ordóñez en su remunerada carta, fueron los sucesos desencadenados contra la Corte, por cuenta de alias Tasmania, en los que se vieron involucrados Uribe, su hermano Santiago, y funcionarios de la “Casa de Nari”; menos mencionó las “chuzadas” y seguimientos ilegales a magistrados.

Eso no fue un olvido, sino un gesto de complicidad y lambonería con Uribe, porque Ordóñez no es neutral, sino una ficha del Gobierno, la más peligrosa y siniestra.

Adenda. Primero fue el médico Borda expulsado de un recinto en Cartagena por reclamar con fuerza “No más Uribe”; luego una señora enhiesta le dijo a Uribe que “tiene huevo” en su segunda reelección. ¡Crece la audiencia!

 

notasdebuhardilla@hotmail.com

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