Lo que faltaba: el abogado personal del presidente Gustavo Petro podría ser ternado por su cliente como candidato a procurador. Eso no es bueno desde ningún punto de vista.
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Desconfío de los profesionales del derecho que han pasado desapercibidos ejerciendo la profesión y de la noche a la mañana se vuelven célebres por sus cercanías con el gobierno de turno. Es el caso de Héctor Carvajal, un señor a quien no conozco ni se le advierte ninguna ejecutoria académica, que de pronto irrumpió como el litigante de moda, el que compone las grandes controversias y al que buena parte de las entidades públicas consultan para lo divino y lo humano. Está en su cuarto de hora, y le están pagando en especie el asesoramiento a Petro, cuando el troglodita de Alejandro Ordoñez lo destituyó de la alcaldía de Bogotá y lo convirtió en seguro candidato presidencial y hoy mandatario.
Pero Carvajal es hombre de conexiones extrañas y contradictorias, porque no solo ha sido abogado del presidente, sino que también tiene cercanías con Álvaro Uribe, tanto que logró la hazaña de sentarlos en su oficina particular, donde se reunieron sin que se sepa en concreto para qué ni de qué hablaron. Lo cierto es que esa foto ha servido para todo, no solo para convertir a Carvajal en una especie de Perry Mason, y como van las cosas, en el procurador íntimo de Petro. Ya se da por seguro que con los votos de los aliados del petrismo y los del uribismo, que se odian pero se necesitan, lo harán jefe del Ministerio Público para que los siga defendiendo.
Si los impedimentos y conflictos de intereses funcionaran aquí, un abogado que respete a su exmandante no incurriría en el abuso de someterlo al desgaste de considerar su nombre para ungirlo a un cargo de tanta responsabilidad política como el de procurador. Si entre Petro y Carvajal ha existido una relación tan cercana como la que se conoce, tan íntima que en el momento más duro de su carrera política le confió su vida, su suerte y su futuro, la más elemental prudencia y mínimo decoro sugieren que el presidente tiene un conflicto evidente de intereses para ternar a su defensor de cabecera.
Ser procurador no es solo cuestión de cumplir unos requisitos mínimos, como la edad, los estudios y demás arandelas que con el transcurrir de los años se vuelven obvias y casi que detalles menores. Llegar a esa dignidad no puede ser una recompensa ni una remuneración, porque esa labor la cumplen los honorarios cancelados. No, quien sea procurador debe de antemano generar confianza absoluta en la comunidad por su trayectoria, porque será el representante de la sociedad entera, con funciones muy delicadas y trascendentes en el desenvolvimiento del Gobierno y de toda la comunidad.
La primera muestra de indelicadeza de Carvajal es haberse inscrito en la lista de la que su exmandante debe elegir a uno de tantos para que sea su candidato a procurador. ¿Será que lo hizo sin haberle consultado a su poderdante esa decisión? Si Petro fue consultado y estuvo de acuerdo en que su hombre de confianza se postulara, ambos serían protagonistas de una indelicadeza mayúscula; empero, si Carvajal se hizo incluir en esa lista sin advertir a su cliente, el indelicado fue el abogado. ¿Por qué no se inscribió en la Corte o en el Consejo de Estado? Cualquiera haya sido la estrategia, esta maroma con sabor a avivatada le puede costar a la Nación que crezca más la ya gigantesca corrupción en este Gobierno.
En efecto, en estos tiempos estamos asistiendo al saqueo generalizado de la Nación, no solamente por el escándalo de la Ungrd, sino por muchas otras vetas de apoderamiento del botín que también ha abierto las fauces de muchos alfiles de este Gobierno. ¿Creen los colombianos que Carvajal tendrá la autonomía, imparcialidad e independencia de conducir la Procuraduría para que investigue y destituya a los corruptos que están haciendo de las suyas en este cuatrienio? No lo creo ni parece posible.
Quien ejerza la responsabilidad de comandar la Procuraduría, no solo debe ser imparcial sino parecerlo. Es lo que en el moderno derecho se denomina la “apariencia de imparcialidad”, atributo del que está lejos el abogado de Petro. Que lo nombren en donde haga menos daño, como han hecho con otros indeseables de la Colombia Humana, menos para ser el procurador que vigile y sancione a los funcionarios designados por su protegido judicial.
Adenda. Diálogos con el ELN: fracaso y desilusión nacional. Quedaron mal todos.