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Cogidos y silenciados

Ramiro Bejarano Guzmán

27 de octubre de 2024 - 12:05 a. m.

Primero cae un mentiroso que un cojo, reza el refrán popular, que le viene como anillo al dedo al exsubpresidente Duque, a Víctor Muñoz, a los exministros Daniel Palacios y Diego Molano, al general Jorge Luis Vargas, entre otros. Sus versiones iniciales negando la compra del software espía Pegasus hoy están derrumbadas, después de que el vicepresidente de Comunicaciones de la empresa dueña de ese sistema confirmara a La W que sí hubo el negocio que los duque-uribistas desconocían y también luego de que se revelara que los once millones de dólares sí fueron consignados en un banco de Israel.

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Ahora ya sabemos que tales aeronaves aterrizaron en el aeropuerto El Dorado justamente en el hangar de la Policía Antinarcóticos, trayendo al propio responsable de NSO Group, y por eso Duque y su cohorte están quedando como embusteros. Ya no contestan con la altanería de antaño, pues andan calladitos porque saben que el pez por su boca muere, aunque ya empezaron a echarse las culpas entre ellos, a juzgar por el paso de Víctor Muñoz por la Fiscalía. Y eso que todavía no han encarcelado al primero, veremos cuando eso ocurra.

Sí hubo dos vuelos en 2021 de Tel Aviv a Bogotá, el primero el 26 de junio y el segundo el 18 de septiembre; ese no es un detalle menor, del que además hay registros. Y no lo es porque la empresa dueña de Pegasus confirmó que sí celebró un negocio entre países supuestamente sujeto a la ley. Habrá sido la ley de la selva.

Es verosímil la tesis que ha prohijado Petro acerca de que, si esos aviones aterrizaron aquí en época de agitación en las calles y regresaron al día siguiente, no fue porque hubieran venido a hacer turismo en junio o a celebrar el día del amor y la amistad en septiembre, si para entonces eran intransitables muchas ciudades por las marchas y pedreas de la primera línea.

De los once millones de dólares transportados desde Bogotá a Israel está claro que sí fueron consignados en un banco de ese país pues era imposible borrar la huella de tanta cantidad en efectivo, que en ninguna parte del universo es platica de bolsillo.

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Sin duda, lo que va a ser difícil de establecer, salvo que algún “garganta profunda” se reviente, es de dónde salieron tantos dólares en efectivo. Por lo pronto se oyen muchas hipótesis, como la de que ese dinero lo habría facilitado la Sociedad de Activos Especiales o una agencia de inteligencia, y hay quienes aseguran que hasta un poderoso empresario, amigo de todos los gobiernos, fue quien hizo el favorcito, lo que, de ser así, habría que averiguar, además, a cambio de qué. Y por supuesto, hay que descartar que en el camino algún funcionario del gobierno o de la fiscalía hubiese metido la mano en ese botín para apropiarse de una buena tajada, como también se comenta.

Ya va siendo hora de que Duque y sus cercanos contraten abogados penalistas en vez de asesores de imagen o de comunicaciones expertos en falsear la realidad, como lo vienen haciendo, y ensayen a dar una explicación distinta a la de que no hay rastro contable de ese negociado o que la Presidencia no estuvo enterada. Ese argumento no convence por tramposo. En efecto, si Pegasus se pagó en efectivo fue precisamente para que no quedara huella de dónde y cómo se había consolidado semejante cantidad que no pudo cancelarse entre países, como lo afirmó el director de NSO Group. Eso no pasa en ninguna parte.

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Es la hora de que la Fiscalía y todos los órganos de control decreten un trámite de emergencia que les permita llegar al fondo de este gigantesco entramado de corrupción y sus responsables. No solo por la escandalosa cifra de dinero involucrada sino, principalmente, por tratarse de la más perversa y criminal de las campañas sucias que se haya desatado en algún gobierno, apenas comparable con las que se ejecutaron en los tenebrosos años de la seguridad democrática. Y, lo más importante, en salvaguarda de la democracia, es preciso establecer dónde está y quiénes siguen usando Pegasus.

Adenda. Si algo le ha salido bien a este gobierno en el que todo le ha resultado mal, ha sido la COP16. No se entiende, entonces, por qué Petro desaprovechó la oportunidad de promover desde Cali su discurso del Acuerdo Nacional, y optó por agredir a un personaje insignificante en el contexto ambiental y de la biodiversidad, como el alcalde de Cali. No era el sitio, ni el momento, ni menos el destinatario.

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