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LA COMISIÓN DE LA VERDAD, INTEgrada por tres ex presidentes de la Corte Suprema, no averiguó nada que no supiéramos.
Salvo una que otra recomendación, siempre supimos que hubo fuerzas oscuras del narcotráfico detrás del ataque del M-19, que Reyes Echandía nunca dio la orden de suspender la seguridad al Palacio, que los militares supieron que habría un ataque y no lo evitaron para excederse al extremo de delinquir, que hubo censura de prensa, que Belisario fue una caricatura de mandatario mientras sus oficiales gobernaron a sangre y fuego, etc.
La existencia del “pacto de silencio” para que el holocausto quedara en el olvido es la única contundente conclusión de la Comisión. Todo empezó esa misma tarde del 6 de noviembre, cuando en la carrera 7ª los soldados que regresaban a sus cuarteles fueron aplaudidos por quienes creían haber sido testigos de la más grande epopeya de nuestro ejército. El silencio se volvió no sólo costumbre sino obligatorio.
Ahora estremece saber que a pesar de la censura que el Gobierno impuso poniéndonos a ver fútbol mientras ardía la justicia, todas las barbaridades en contra de los derechos humanos fueron transmitidas en vivo y en directo, y ni aun así, pudieron evitarse. Cómo es posible que los oficiales se hubiesen atrevido a desaparecer a alguien, cuando sabían que las cámaras filmaban todo. Y, cómo pudo ocurrir que el archivo fílmico que demostró que muchos de los muertos salieron vivos, hubiese permanecido oculto tantos años.
Sensata la recomendación al Ministerio de Educación, para que se revisen los textos y se organice una biblioteca que centralice toda la información. Libros como el del coronel Plazas Vega, La Batalla del Palacio de Justicia, o el panfleto Palacio de Justicia. Ni golpe de Estado ni vacío de poder, del ministro de Gobierno de la época, Jaime Castro, son bagatela. Al lado de esas publicaciones irresponsables, hay trabajos serios como el de Germán Castro, El Palacio sin máscara, de lejos el mejor de todos.
Dudo que el actual Gobierno, opuesto a que el Estado asuma su responsabilidad, sea capaz de acatar la sugerencia de la Comisión para que se expida una ley que honre a las víctimas civiles, incluyendo los 11 desaparecidos, y para que se levante en la plazoleta del Palacio de Justicia un monumento. Mientras Uribe sea presidente no se atreverá, porque los manuales de la seguridad democrática están concebidos para odiar, no para reconciliar. A propósito, escandaloso lo que se ha revelado sobre el manual de persecución de los organismos de inteligencia a la periodista Claudia Julieta Duque y su familia.
El lunar grande del informe de la Comisión, lo constituye su insistencia en negar tozudamente que Manuel Gaona hubiese salido con vida, tergiversando testimonios como el del magistrado Nicolás Pájaro. Cuando hace unas semanas me ocupé del tema, recibí de Alberto Calderón Zuleta, bien conocido por su rectitud y competencia, un mensaje que con su autorización hago público, confirmando que también oyó con su familia por radio la noticia de que Gaona había salido vivo, y por eso se trasladaron a su casa, para preguntar por un pariente suyo que tampoco regresó. Luego recibió con sorpresa noticia contraria, pues Gaona apareció con un tiro en la cabeza, curiosamente como el guerrillero Almarales y el magistrado Urán.
Mientras el Estado de Derecho quedó sometido a las bayonetas y tanques militares, ministros que posaron de estar en desacuerdo con el Gobierno al que en todo caso siguieron vinculados, como Enrique Parejo, acuñaron la inverosímil teoría de que dudaron de la autenticidad de la voz de Reyes Echandía, implorando que cesara el fuego ordenado por los militares en las narices del Gobierno. Si lo hubieran oído.
Por lo pronto, que sigan los procesos judiciales que nunca debieron paralizarse, para que haya verdad, justicia y reparación.
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Adenda. Feliz navidad.
