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El subpresidente Duque suele insistir, en sus ya numerosas y fatigantes intervenciones diarias televisadas, en el cuento de que en esta crisis no hay partidos políticos, ni decisiones politizadas. Otra cosa hace con sus ministros, pues allí ejecuta un libreto cuidadosamente diseñado por asesores de imagen, con el que se pretende vender la falsa idea de que aquí hay buen gobierno y de que estamos en buenas manos. Por eso, a las alocuciones diarias de Duque dándose golpes de pecho ahora parecen querer agregar figuras familiares, y aquí todo el mundo se traga ese anzuelo, también alimentado con la designación de Luis Guillermo Plata como gerente de la crisis del coronavirus.
¿Por qué era necesario nombrar a un gerente para el manejo de esta situación, además a alguien que tienen desaparecido de las decisiones y de las alocuciones diarias? Difícil entender a un gobierno que dice estar al frente de todo, pero tiene que nombrar dizque a un gerente. Se le olvida a Duque que el coronavirus no es igual al terremoto del Eje Cafetero, porque aquí están comprometidos todos los municipios y departamentos de la nación. Ese detalle implica que el señor Plata, por más gerente nombrado por Duque, tendrá que tener en cuenta los poderes y decisiones de los mandatarios locales, que no siempre coinciden con los intereses nacionales.
¿Dónde estaba este flamante gerente Plata a la hora en que el Gobierno extendió de cinco a 32 las actividades autorizadas durante la cuarentena? Estaba haciendo la plana que le impusieron en la Casa de Nari, porque él gerencia lo que quiere el Gobierno nacional, no las inquietudes regionales. Por eso hasta ahora no ha dicho cómo pretende resolver la dolorosa situación de venezolanos y desposeídos que no tienen ni siquiera donde caerse muertos, pues frente a estos ha dicho más la primera dama.
¿Y dónde andaba este flamante gerente cuando el Gobierno, al expedir un decreto de emergencia económica, decidió tomar “prestados” a la fuerza los recursos de los fondos de pensiones de municipios y los del Fondo de Ahorro y Estabilización Petrolera? No se le ocurrió decirle al siempre garoso ministro Carrasquilla que, si bien es cierto que el sector financiero no puede quedarse ilíquido, no tenía presentación echar mano de los fondos de pensiones de otros entes públicos. Quedó demostrado nuevamente que al ministro Carrasquilla no le gustan los recursos municipales, pues no hemos olvidado los malhadados bonos de agua con los cuales quedaron sedientas las arcas municipales. ¿Por qué no se le ocurrió a Carrasquilla la solución que propuso el exministro Carlos Caballero Argáez, de que el préstamo al Gobierno fuese del Banco de la República?
Pero, además de que está en duda la urgencia de nombrar a un gerente para manejar el coronavirus, ¿por qué no nombraron a un médico, un epidemiólogo o un científico de la salud, en fin, alguien sin militancia política? Tenían que nombrar a un uribista pura sangre, exministro de Comercio y Turismo, a quien todos los medios señalan como futuro sucesor de Pacho Santos en la Embajada de Colombia en los Estados Unidos. Uno más de la tribu de intolerantes del uribismo y del Centro Democrático, que parecen haber encontrado una veta para recuperar la confianza del pueblo.
Designar innecesariamente para manejar una calamidad pública a quien no se le conoce ninguna experticia en esas labores, sino en los escenarios del encarnizado y polarizante uribismo, tiene, además, el propósito de desplazar como actores de la solución a los alcaldes y gobernadores, que en cada lugar tienen que tomar decisiones a veces impopulares sin que les sea permitido utilizar los recursos de los fondos de pensiones o los del ahorro y estabilización del petróleo.
Imposible creer en el discurso de Duque, porque con cada gesto que ejecuta va dejando en evidencia que, en últimas, está más preocupado por él y su decadente partido político, que por el resto de sus compatriotas.
Adenda. De todas las atrocidades que le hemos oído al dictador Maduro, hoy prófugo de la justicia estadounidense, sin duda su anuncio de que la Inteligencia venezolana sabe todo lo que aquí ocurre es no solo lo peor sino lo más peligroso para nuestra democracia. ¿Qué dirán ahora el Gobierno, el ministro de Defensa y el sombrío director de Inteligencia, el almirante (r) Amaya?
