Lo logró la Fiscalía del candidato Barbosa y, de su mano, la más pavorosa campaña de la derecha contra gobierno alguno. Era previsible que Nicolás Petro no se iba a guardar el arsenal de historias con las que cuenta, inventadas o no, para salvarse del carcelazo que se le avecina. La realidad hoy es dolorosa, pero hay que asumirla. El presidente Petro y su gobierno están tambaleando y no parece exagerado que tengan que contemplar la posibilidad de renunciar.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Si, sin que abriera la boca Nicolás, ya el Gobierno había perdido la presidencia del Senado y más tarde de la Comisión Primera de esa corporación y de la Comisión de Acusaciones, es decir, buena parte del horizonte político, ahora ante esta avalancha de evidencias y el desprestigio ocasionado por el verbo de su vástago y su exesposa, lo que está por venir es algo que no parece estar muy alejado del final.
Atravesamos una turbulencia sin precedentes en la historia nacional, ni siquiera parecida a la que se vivió cuando el proceso contra Samper, quien resistió el embate de otra Fiscalía también politizada y adversa, pero con la diferencia de que política y judicialmente el mandatario de entonces siempre tuvo el control de la suerte del régimen y la suya personal en el litigio que debió enfrentar en la Comisión de Acusaciones. Lo de ahora le llega a Petro preciso cuando anda distanciado de todos: los gremios no tienen comunicación con la Colombia Humana, los partidos de oposición están aliados firmemente para no dejar que el Gobierno se consolide, unos medios militantes de la causa están en su contra y muy pocos abismados viendo cómo se desmorona el flamante Gobierno de la izquierda. Es tan descalabrado lo que está pasando que hasta la bancada del Pacto Histórico, en una decisión tan torpe como inexplicable, ha citado a sus propios ministros a un debate político para que rindan cuentas en el Congreso. Y eso que todavía el termómetro de las protestas callejeras no se ha hecho sentir, pero eso será cuestión de horas y fuente de muchos enfrentamientos, porque Petro también sacará a los suyos a las plazas a defender el Gobierno agonizante y eso se sabe cómo comienza, pero no cómo termina.
El desafío que enfrenta Petro ya no es solo recuperar la gobernabilidad, sino evitar su dimisión. Lo que sí está claro es que no puede seguir manejando así este país que él mismo descuadernó, ni los colombianos podemos continuar padeciendo esta situación invivible.
Quienes conocen a Petro aseguran que en él todo es posible menos renunciar y así lo confirmó ya el mandatario. Esa es una buena señal, pero no es suficiente. Lo único viable que le queda al presidente es convocar a los jefes de todos los partidos políticos y considerar seriamente la posibilidad de un gobierno de concertación, como lo han hecho en otros lugares en situaciones similares. Es preciso poner los pies en la tierra y asumir que este intento de gobierno de izquierda no pudo ser, ese sueño quedó truncado por ahora. Si a un mandatario le queda muy difícil gobernar solo, nunca puede resultarle bien hacerlo en contra de todos.
La mayoría de los colombianos no quisiéramos ni vemos con buenos ojos que Petro tenga que abandonar el poder, no solo porque la perspectiva de que lo suceda Francia Márquez es un camino plagado de abismos, sino porque una ruptura de la democracia tendría consecuencias dañinas e irreparables.
Si todo este tsunami se ha desencadenado sin conocer aún la totalidad de las confesiones de Nicolás y de su exesposa, en las que todavía no aparecen sindicaciones concretas contra la persona de Petro sino de su campaña, fácil resulta imaginar lo que pasaría cuando ese panorama se vea más complicado. Entonces de poco servirá la esperanza de que en la Comisión de Acusaciones nunca pasa nada.
Petro ha sido un guerrero en su ya largo periplo existencial y político, por eso es presidente. Ahora solo le falta demostrar que es estadista y, sobre todo, que es inocente. Por su bien y el del país ya no le será permitido seguir equivocándose, como lamentablemente le ha ocurrido en este primer año de su convulsionado período.
Adenda: qué bueno que esos abogados de improvisado prestigio, fieles herederos del Cartel de la Toga, que se sentían dueños de la futura Fiscalía, hayan fracasado en su mañoso empeño de continuar manejando el ente investigador.