Desde los 70, no se veía un estudiantado tan enhiesto en el ejercicio de sus derechos, como lo que nos mostró esta semana la MANE (Mesa Amplia Nacional Estudiantil) con sus impresionantes y pacíficas movilizaciones.
Me sentí reconfortado de comprobar que esa muchachada que estuvo silenciada durante los ocho años de dictadura oprobiosa de la seguridad democrática, esta vez protestó, convenció y venció, porque, como diría Unamuno, tenía la razón.
Perdió el Gobierno pero ganó el país, porque sus universitarios demostraron que merecen ser la futura clase dirigente. A la familia Santos no pareció irle del todo bien, a juzgar por las confrontadas declaraciones del presidente Juan Manuel y de su locuaz pariente Francisco Santos.
Mientras el presidente Santos comentó que lo había llamado desesperado uno de sus sobrinos a pedirle que hiciera algo porque con la parálisis estudiantil perdería el semestre y además una opción de empleo, su doble primo Pachito, en cambio, criticó al mandatario y le propuso al Gobierno repeler a los estudiantes aplicándoles choques eléctricos (https://www.youtube.com/watch?v=D5rhoEdxvV8). Le cayeron muy mal los años de adoctrinamiento furibista. Tampoco se lució el ministro Vargas Lleras reclamando a las autoridades del Distrito por permitir la manifestación, como si los estudiantes no fuesen ciudadanos protegidos por la Constitución que en su artículo 37 prevé que “toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente”.
Al Gobierno le convino perder en esta oportunidad, pues si hubiese ganado, le esperaba un futuro convulsionado, porque los estudiantes no están dispuestos a renunciar a sus derechos. En ello los apoyamos muchos de sus compatriotas.
Lo siento por mi paisana María Fernanda Campo, la sacrificada ministra de Educación, que debió sorprenderse de que el presidente que unos días antes la animó públicamente a “seguir adelante” con el cuestionado proyecto de la reforma a la Ley 30, la dejó sola apenas los estudiantes se hicieron sentir.
Lo que sí no tiene sentido es que el Gobierno, que ya perdió el primer round, se arriesgue a perder otro más, amenazando con la necia advertencia de que si no cesa el paro, de todas maneras sacará la reforma. Eso no es serio ni coherente, como no lo fue presentar un proyecto antipático. Que no se crea el Gobierno que todavía puede sacar avante esa reforma, porque si se atreve, a pesar de que los partidos Liberal y el de la U pidieron su retiro, la protesta estudiantil no dejará dormir al presidente Santos, ni a su sobrinito conseguir el empleo que necesita.
Pero el Gobierno también ha dado palos de ciego en la reforma a la justicia, que continúa siendo un proyecto para favorecer a militares y magistrados de altas Cortes.
El Gobierno primero dijo sí al fuero militar, un día después lo excluyó y finalmente lo volvió a incluir invocando argumentos insostenibles. La pretensión de que todo delito en el que incurra un militar en el curso de un combate se presuma como un acto del servicio y sea juzgable sólo por la justicia militar, se traducirá en que jamás los jueces ordinarios investigarán delitos de lesa humanidad que ocurran en los enfrentamientos.
Se necesita ser ingenuo, para creer que si una investigación la inicia la justicia militar valida de esa presunción constitucional, en la práctica les quedará fácil intervenir a otros jueces. Ya veremos el cataclismo internacional que desencadenará esta audacia.
Y de magistrados privilegiados, volveré, además para refutar el cuadernillo del arrogante presidente de ANIF, cargado de datos amañados sobre la justicia.
Adenda. ¿Como así que la masacre de Mapiripán fue un invento, sólo porque aparecieron vivos unos pocos de los supuestos muertos, como lo sostienen los dinosaurios de la ultraderecha? ¿Acaso desapareció el avión militar que salió de Urabá a Mapiripán, transportando paramilitares que asesinaron a muchas personas inocentes?
