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De nunca acabar

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Ramiro Bejarano Guzmán
13 de diciembre de 2015 - 04:21 a. m.
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Este país no aprende, a pesar de los escándalos que los últimos gobiernos, incluido el actual, han tenido que enfrentar por los abusos de la policía y los organismos de inteligencia.

Tal parece que de tanto convivir con ese mal, los colombianos hoy lo disfrutan.

En las épocas de Samper fue la temida Brigada XX del Ejército la que brilló por las manipulaciones de inteligencia. Eran las horas de unos generales involucrados en una peligrosa conspiración contra el presidente de turno, uno de los cuales, precisamente el encargado de la inteligencia militar, entregó a los medios una grabación de una conversación apócrifa del representante a la Cámara Heyne Mogollón con un gerente de un banco, para que apareciera vinculado a sobornos. Descubierta la patraña, cayó el general y se desintegró la Brigada, pero el complot no paró, porque luego esos conspiradores o alguien en su nombre asesinó a Álvaro Gómez Hurtado.

Unos años después en pleno Gobierno de la seguridad democrática, un buen día nos levantamos con las noticias de que el DAS estaba al servicio de organizaciones paramilitares, siendo Jorge Noguera su director. El alboroto no se hizo esperar y para enfrentar la crisis Uribe designó una comisión, encargada de rendirle un informe al Gobierno sobre las razones por las cuales se había desatado semejante podredumbre en el organismo civil de inteligencia. Como miembro del partido liberal fui designado en esa comisión, en la que actué como el único disidente. Después de muchas deliberaciones y discusiones, finalmente se rindió un informe que nunca fue acatado por Uribe, porque al “buen muchacho” lo premiaron nombrándolo cónsul en Milán, y unos meses después nos despertamos otro día con la impresionante noticia de que desde esa misma institución y por orden expresa de alguien en la “Casa de Nari” nos espiaban a magistrados, periodistas, opositores y críticos del Gobierno. Pero eso no fue lo único que presenciamos en el último cuatrienio del uribismo, pues también asistimos a la caída de una docena de generales de la Policía, que fueron llamados a calificar servicios cuando se rumoró que estaban enredados en indelicadezas en el manejo de las labores de inteligencia. Pero todo siguió como si nada.

Y llegó Santos, de quien muchos esperábamos que en su Gobierno no se repitiera la pesadilla de las chuzadas y los seguimientos, y de nuevo el fantasma apareció, otra vez vestido de verde. Primero por los lados de la Contraloría General de la República, cuando la excontratadora Sandra Morelli llenó el organismo de control de policías expertos en inteligencia y en informática -varios de ellos hoy detenidos- y más recientemente con ocasión de las denuncias que involucran a oficiales comprometidos en rastreos telefónicos sin orden judicial.

El general Palomino, ya sin autoridad ni credibilidad alguna, no pudo detener la avalancha de críticas, y de nuevo el Gobierno integró otra comisión supuestamente de expertos dizque independientes, para que en 90 días le informen al presidente Santos y al ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, lo que sabemos. La Policía es una institución decadente y con insolubles problemas de corrupción que no se superarán descabezando a su desprestigiado director, menos trayendo en su reemplazo al general Luis Ramírez Calle, un sombrío oficial del que en el futuro inmediato vamos a tener que hablar mucho, y tengo la corazonada de que no será para elogiarlo.

Sin duda la nueva comisión -en todo caso “babosa”, como la llamó Claudia Morales- cuenta con la suerte de tener a Juan Carlos Esguerra, de cuya probidad y competencia no hay tacha alguna, pero esa película ya está ensayada y de nada sirve. Basta advertir que cuando se cumplan los 90 días de plazo para que esa comisión rinda su informe ya estaremos en marzo de 2016, el mismo mes en el que si todo va bien, Santos y Timochenko estarán firmando la paz, y entonces ya nada importará lo que haya pasado, por grave que haya sido. Como ha sido siempre.

Adenda. ¿Cómo así que ahora Noemí revela que el presidente sí le pasó al teléfono a Alfonso Reyes Echandía ese fatídico 6 de noviembre de 1985, y ni siquiera Belisario lo sabía?

notasdebuhardilla@hotmail.com

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