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Aunque aquí la gente no vota por programas, sino por pasiones, lo cierto es que las dos deliberaciones públicas de esta semana de los candidatos en Medellín y Barranquilla evidenciaron que el único que tiene recetas para todo es Germán Vargas Lleras, con las que se puede o no estar de acuerdo, pero por lo menos hay la tranquilidad de que se ha sentado a estudiar y cuenta con personas preparadas en los grandes temas. Por ejemplo, aunque su propuesta de convocar un referendo para reformar la justicia no termina de convencerme, porque de acogerse el Congreso tendría que aprobar la convocatoria y allí la mano siempre intrigante de algunos magistrados de altas cortes torpedearía cualquier cambio o buscaría acomodarla a sus intereses, lo tangible es que hay con quien dialogar y discrepar. Juan Carlos Pinzón, su compañero de fórmula, arrogante y desleal como cuando fue ministro de Defensa, se siente que está fastidiado en esta nueva alianza.
En el caso de Fajardo, a medida que la campaña se radicaliza se percibe que este magnífico candidato no está conectado con los puntos neurálgicos del próximo cuatrienio. Su discurso sobre educación, si bien es sesudo, no puede ser el único que esté manejando un candidato que aspira a regir los destinos de una nación que tiene otros graves frentes que atender. La presencia de su fórmula vicepresidencial, que ha venido ensayando mostrarse más serena y menos volcánica de como se comportó en el Senado, parece haber generado una consecuencia contraria. En efecto, quienes tienen reservas frente a ella no están convencidos de que sea una ovejita inofensiva, y en cambio quienes la admiran por su temple y coraje indiscutibles sienten que se apagó una de las voces más valerosas.
Lamentablemente, a De la Calle se le ve indeciso aunque, justo es reconocerlo, sabe responder con habilidad, inclusive al eludir los interrogantes donde se sabe flojo, pero hay algo en su discurso que no permite a quienes lo oyen pasar del simple umbral. A eso se suman las humillantes peripecias políticas que ha trajinado para adelantar una consulta interpartidista, que era obvio el Consejo Nacional Electoral no iba a aprobar, porque ese es un cuerpo de militantes furiosos con honrosas excepciones. Y para colmo de males, a De la Calle lo acompaña Clara López, de quien es difícil saber si hace más daño cuando está callada que cuando habla.
Iván Duque arrancó de cero, pero la consulta interna de la ultraderecha lo fortaleció y, aunque lidera las encuestas, ya se le empiezan a notar las fisuras del improvisado liderazgo y su inexperiencia. El apoyo de Álvaro Uribe le está haciendo daño, pues hoy los indecisos temen votar por él, de solo pensar lo conflictivo que sería su gobierno manejado tras bambalinas por tan furioso consejero y por el séquito de irascibles del Centro Democrático. Y cada día que pasa se le nota que es una veleta, pues sus opiniones de antaño las ha abandonado para no desilusionar a sus alterados seguidores. Mientras tanto, crece el grupo de quienes ya no le creen. Y la compañía fatigante de Marta Lucía no ha logrado que sus copartidarios godos la apoyen, porque están al acecho de que las cosas se vean menos turbias para saber a quién adherir. Lo único que falta es que Alejandro Ordóñez realice el sueño de que, si gana Duque, él sea el fiscal que suceda a Néstor Humberto, como ya lo vaticinan sus cercanos. ¿Se imaginan el horror? Por eso ya las encuestas empiezan a mostrar el declive de quien, como Duque, subió y bajó como el Alka-Seltzer.
Y Petro, sin duda un gran expositor que cada vez que habla no le es indiferente a nadie porque sabe decir bien las cosas, también parece que llegó a su techo y que los días de encuestas a su favor son cosa del pasado. Su vicepresidente, Ángela Robledo, de lejos la mejor fórmula entre todas, pero como la propaganda de Davivienda.
Lástima la exclusión de Piedad Córdoba y Viviane Morales.
Adenda. Azriel Bibliowicz ha facturado una hermosa novela, Migas de pan, a partir del secuestro en Colombia de Josué, un judío cuya historia se entrelaza con su sufrimiento y el de su mujer Leah, en los campos de trabajo y de exterminio rusos y nazis, y sus peripecias en Bogotá.
