Con sorna el presidente se atrevió a sostener que el país debe andar muy bien desde que los medios de comunicación llevan una semana hablando del famoso chamán, que también paró el invierno el día de su posesión.
Santos predica pero no aplica, porque si el tema hoy subsiste mediáticamente no es por la superchería de que un campesino tolimense puede manejar el clima, sino porque la propia Casa de Nariño cometió la ligereza de expedir un comunicado para explicar lo que dejó a medias, desperdiciando la oportunidad de haber guardado silencio.
En efecto, el chamán, que tendrá que ir a dar explicaciones a la Fiscalía, la Contraloría y la Procuraduría, por haber suscrito un contrato de tres millones de pesos con el que se obligó a impedir que lloviera en la final del Mundial Sub-20, resultó todo menos bobo. Apenas lo enredaron, abrió su boca ingenua y dejó saber que no sólo lo contratan del Teatro Nacional desde las épocas de Fanny Mikey, sino también de la casa presidencial, porque tan conspicua clientela cree en sus poderes naturales para detener el agua. Y en cuanto en el Palacio se vieron envueltos en lo que se parecía al escándalo del brujo Martí en la Fiscalía de Iguarán, decidieron informar a la opinión que sí hubo un subcontratista de la campaña presidencial que por voluntad propia decidió contratar al chamán, para que consiguiera el milagro de que no lloviera el 7 de agosto de 2010. Pero no contaron todo.
Lo que no dijo el comunicado palaciego suscita curiosidad. ¿Quién fue ese subcontratista que obró por cuenta propia? ¿Hace parte hoy de la nómina, es embajador, cónsul o contratista estatal? Ojalá se divulgue ese nombre. Si no se identificó al responsable de traer a la posesión presidencial al chamán, por algo será.
Tampoco informó el comunicado presidencial de dónde sacó el sapo autor de esta maroma antediluviana los tres millones de pesos que le pagaron al chamán, que cumplió la obligación imposible de detener las tempestuosas nubes bogotanas. ¿Acaso platica que sobró de la campaña?
También se cuidó el comunicado del Gobierno de precisar si el presidente Santos fue consultado o al menos enterado de que detrás de la parafernalia de su posesión estaba el campesino que gobierna las lluvias. Soy de la opinión de que el jefe de Estado tuvo que estar advertido de la ayudita esotérica que estaba recibiendo, porque me resisto a no creer que al lagartazo que pagó los tres millones de pesos “por iniciativa propia” tuvieron que haberle celebrado la audaz contratación y además agradecerle el gesto de propiciar un 7 de agosto soleado. O ¿alguien cree que ese espontáneo se gastó esa platica para ayudarle al presidente y que nadie supo del rezo tolimense que paró las lluvias? Que no nos crean tan pendejos.
Tal vez si el comunicado de la Casa de Nariño, en vez de atribuirle a un supuesto subcontratista de la campaña la contratación del hombre que detiene las lluvias, hubiese informado con sinceridad que acudió a ese legítimo experimento para honrar las costumbres criollas, el cuento habría naufragado ya en los medios. Si el Gobierno hubiese dicho de frente lo que a nadie escandaliza, muy seguramente ni la Contraloría, ni la Fiscalía, ni la Procuraduría estarían haciendo el oso de investigar a ese campesino inofensivo, además con la insólita amenaza del alto funcionario que tuvo la genial ocurrencia de advertir que el chamán tendrá que explicar las circunstancias de tiempo, modo y lugar en las que consiguió cumplir el único contrato estatal que ha sido cumplido a cabalidad.
En el país de Macondo nadie le teme a la superstición, y por eso en Antioquia veneran la momia del padre Marianito, y este fin de semana presidente y medios delirarán ante el tubo de laboratorio que trae dizque la sangre milagrosa del ultragodo papa Juan Pablo Segundo.
Adenda. Si el Concejo quisiera acertar eligiendo personero, debería escoger a Ángela María Buitrago, la valerosa y enhiesta fiscal, bien conocida por su competencia y rectitud.