Como se esperaba, la inauguración del gobierno de Petro agitó hasta las aguas benditas y todo indica que el torbellino seguirá. No fue suficiente el episodio de la gigantesca espada de Bolívar en el que Petro estuvo genial, mientras el subpresidente Duque hasta el último minuto de su desastroso mandato ratificó su pésima condición humana e ignorancia política.
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Como se esperaba, la inauguración del gobierno de Petro agitó hasta las aguas benditas y todo indica que el torbellino seguirá. No fue suficiente el episodio de la gigantesca espada de Bolívar en el que Petro estuvo genial, mientras el subpresidente Duque hasta el último minuto de su desastroso mandato ratificó su pésima condición humana e ignorancia política.
La conformación del gabinete ha demostrado que el Gobierno no estaba listo. Al momento de redactar esta nota, resta saber si finalmente posesionarán o no a la designada ministra de las TIC. Pero mal que bien está integrado el equipo y empezó a andar con más dificultades que aciertos. Ya se ha visto que los ministros de Hacienda, Agricultura, Justicia, Defensa, Salud, Educación y el canciller Leyva han dado señas de que tomaron el timonel de sus despachos. De los demás hay que esperar pues, por ejemplo, el cuestionado ministro Guillermo Reyes, conocido como Copias Emilita, se le vió en una entrevista en la que no convenció a pesar de que de principio a fin fue un reportaje favorable a él por el tono de las preguntas inofensivas, donde no hubo un solo interrogante por las graves acusaciones de plagio que sobre él siguen pesando y que no desaparecerán ni siquiera si llega a construir el ferrocarril que comunique las costas atlántica y la pacífica o el tranvía en la carrera 7 de Bogotá, como lo anunció festivamente.
Pero hay más motivos de algarabía. La designación y caída del peruano-colombiano César Ferrari en planeación nacional fue un lamentable traspiés, pues se trata de un profesional que habría hecho un gran papel. Su reemplazo, Jorge Iván González, un afamado catedrático con suficientes horas de vuelo, les corrigió la plana.
El tema de lo que pasó en la OEA, cuando inexplicablemente Colombia no asistió a la reunión en la que se impuso condena a la dictadura nicaragüense, sigue dando de qué hablar. A la usanza de las famosas “jugaditas” del uribismo, parece que el personal saliente de esa embajada, a cuya cabeza estaba el troglodita Alejandro Ordóñez, no advirtió al gobierno entrante que tendría lugar esta reunión tan importante para el hemisferio americano. Claro, ingenuo el gobierno Petro, porque conociendo la clase de malas personas que se iban estaba obligado a tomar el inmediato control y designar un encargado que votara en contra de Nicaragua o que al menos dejara constancia de que Colombia no estaría, pero no por apoyar a Ortega y su banda de criminales, sino por un suceso fortuito. Esa ausencia fue desafortunada, sin duda, aunque justo es decirlo, en ese entierro no tuvo velas el nuevo embajador, Luis Ernesto Vargas, quien aún no se ha posesionado. Y a esto se sumó la malhadada coincidencia de que la ministra del Trabajo dio unas declaraciones confusas defendiendo la “democracia” nicaragüense, las cuales siguen causando desconcierto.
Pero la elección del nuevo contralor, el vallecaucano Carlos Hernán Rodríguez, es vergonzosa. La clase política que tomó asiento en el nuevo Congreso es más de lo mismo. Las pocas excepciones que hay no salvan del descrédito a este parlamento que creíamos distinto. ¡Qué va! Ejecutaron las mismas prácticas clientelistas sin sonrojarse. Como trapecistas aparecieron primero apoyando el nombre de una de las aspirantes y menos de 24 horas después de las llamadas estratégicas de dos altos funcionarios, dieron el triple salto mortal para designar un contralor que al parecer les garantizará buen trato. Todos se arroparon con la mentirosa cobija de que se habían decidido por el mejor calificado para ocultar que cambiaron presionados o aquerenciados por el Gobierno. Le va quedar muy duro a este nuevo contralor convencer al país de su independencia.
Y para cerrar, el dolor de estómago de Petro que de nuevo lo sacó misteriosamente de sus funciones, justo cuando no podía faltar, no solo porque tenía que posesionar dos ministros, sino además recibir el reconocimiento solemne de los estamentos militares. Por supuesto, no son creíbles las infamias difundidas en redes sociales acerca de que el presidente andaba de parranda, ni siquiera porque al día siguiente no se le vió con malestar estomacal ni desganado, sino degustando un gigantesco plato llanero en el Meta. Pero esto no le puede volver a pasar por su propio bien y el de la Nación, porque el desprestigio de un gobernante empieza por su impuntualidad.
Adenda. Las iglesias sí deben pagar impuestos, empezando por la católica, rica y poderosa.