El papa Francisco no deja de sorprender al mundo, a pesar de sus contradicciones inocultables. La última noticia que llega del Vaticano es realmente inesperada por lo revolucionaria, así sea en apariencia.
El papa ha creado un tribunal para juzgar a los obispos que permitan o no denuncien a los curas pedófilos, todo dentro del marco de su cruzada contra este mal que ciertamente ha desprestigiado a la iglesia.
Un tribunal antipedófilos que funcione en Roma seguramente será muy importante pero tan dilatado y moroso como suelen ser las cosas cuando cruzan los umbrales de las pesadas y ultrasecretas puertas del Vaticano. Es muy probable que el actual papa, ya anciano, no alcance a ver la primera sentencia sancionando un sacerdote involucrado en estos actos reprochables. Y a lo mejor, una vez muerto Francisco, quien lo suceda deje en el olvido y marchite este singular tribunal, porque no faltará quien diga que el único legitimado para juzgar a la tropa de sacerdotes pederastas es Dios, pero solamente el día del juicio final.
Pero Francisco, si bien asombra por decisiones aparentemente audaces como la creación de este tribunal, también desilusiona y no termina de convencer. En efecto, desde hace unos meses el Vaticano enfrenta un duro pulso con el gobierno socialista francés, porque se ha negado a darle el beneplácito a Laurent Stefanini, un diplomático de carrera muy respetado, pero declarado homosexual, quien fue designado embajador de Francia ante la Santa Sede. Los cercanos a Francisco le han sugerido a los franceses que cambien el embajador, pero estos, con razón y dignidad, se han negado a modificar el nombramiento. En Roma parece que solo toleran como embajadores a quienes profesan su credo católico, y en el caso colombiano esa tradición se ha honrado, porque en la actualidad nuestro embajador es un señor experto en misales, incienso y en secretos de ese complejo universo al que solamente accede una poderosa cofradía que jamás está dispuesta a abrir sus puertas.
No se entiende cómo el papa invita a su iglesia a que pida perdón a todos los homosexuales por la persecución a la que han sido sometidos, como lo hizo en el pasado reciente, y hasta crea un tribunal para juzgar a los obispos cómplices de sacerdotes depravados, pero cuando tiene oportunidad de enviar una señal clara de tolerancia con las personas que han optado legítimamente por esta orientación sexual, decide vetar por la vía del silencio a un intelectual homosexual para que represente a la histórica Francia en los sofisticados salones de la Santa Sede.
Esas son las cosas inexplicables del papa argentino que ponen a decir bobadas a muchos de sus subalternos, como las que aquí le oímos al exaltado obispo Córdoba, quien creyéndose a salvo de los micrófonos y las cámaras, le pareció novedoso venirse lanza en ristre inclusive contra los apóstoles “mariconcitos” y la “prostituta” María Magdalena.
Sin duda todas esas contradicciones deberán estar pesando en el ambiente vaticano para discutir la propuesta de acabar con ese esperpento que le debemos a Pío IX de la infalibilidad papal. En estos tiempos modernos esos dogmas están mandados a recoger, por absurdos, desuetos y terriblemente equivocados.
Y a todas estas pregunto, ¿qué irá a pasar con la jerarquía católica criolla cuando Francisco ponga sus pies en Bogotá en 2016, y se entere que una persona tan respetable como el cardenal Salazar, hace unos meses en respuesta a su orden de sancionar conductas sexuales depravadas de los sacerdotes, se pronunció olímpicamente diciendo que ese problema no existía porque los casos presentados eran insignificantes? Ya veremos si Francisco pregunta cómo se están cumpliendo sus órdenes en el trópico o si prefiere hacerse el de la vista gorda. Amanecerá y veremos.
Adenda No 1. Indignante la “firmatón” con la que Óscar Iván Zuluaga pretende intimidar a la justicia para que no investigue a Luis Alfonso Hoyos por los presuntos delitos cometidos desde la sede de su campaña. Se imaginan un gobierno presidido por quien convoca una asonada para que la justicia no marche.
Adenda No 2. Y ahora que Vargas Llosa nos regale la novela de su vida.
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