De malo a peligroso el rumbo del Gobierno. La alocución con tono retador en la que el presidente se hizo acompañar de sus ministros, pero cuidándose de que en primera fila estuviera la altiva y agresiva Carolina Corcho, dejó patentada la intolerancia que se respira en el epicentro del poder.
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Lo que hizo Petro fue botar a Alejandro Gaviria por no estar de acuerdo con la reforma a la salud y de paso respaldó a la Corcho, una señora cada vez más insoportable. No era necesario ponerla al lado del presidente con su expresión endurecida celebrando la caída del ministro Gaviria, a quien derrotó, pero no venció. Lo sacó del Gobierno, pero sin destruir sus críticas fundadas al esperpento de la reforma a la salud. Se valió de la fuerza presidencial para echar al que le hacía sombra, creyendo que así el sol alumbrará solo para ella.
Es de suponer que los ministros maltratados por Petro y por Corcho de un momento a otro den el brinco y regresen a sus actividades personales, porque deben de estar extenuados de un Gobierno que les da puñaladas por la espalda. Lo que no se descarta es que, mientras deshojan la margarita para decidir si se quedan o se van, de pronto se les adelantan y los echan. Harían bien en no dejarse enredar y partir cuanto antes porque realmente estorban en un gabinete menor que en términos generales se destaca, pero por su mediocridad.
Que Petro hubiese aprovechado la ocasión para despedir a las ministras de Deporte y de Cultura fue una jugada malvada e innecesaria. Las metieron en el saco de las despedidas buscando atribuirle a la salida de Gaviria el alcance de una crisis ministerial rutinaria, cuando en verdad ejecutaron un plan siniestro, que es el mismo que les podrían dispensar a los que se queden arriesgando prestigio. Si eso le hizo Petro a la ministra de Cultura, una señora respetada en su entorno que además ha sido militante permanente de la izquierda democrática y de quien se dijo que era su amiga, resulta fácil suponer lo que será capaz de hacerle al resto de esa nómina ministerial que, al menos el lunes pasado, dio la sensación de estar arrinconada con un mandatario que ha dejado claro el mensaje de que lo que resta de su cuatrienio mandará con perrero en mano y sin permitirle a nadie el disenso.
Pero no la tienen fácil Petro y su ministra Corcho, menos ahora que estalló el escándalo de los narcos presos pagando sobornos para hacerse a los beneficios del sometimiento, porque terminaron provocando que todos los partidos se unieran para parar en el Congreso esa desastrosa reforma a la salud. El regreso de Vargas Lleras a ejercer como jefe de su partido con una agenda precisa y frentera llega en muy buena hora. Inclusive las voces en el mismo sentido del liberalismo, los conservadores y el Partido de la U constituyen un alivio de que el país político esta vez no se piensa arrodillar ante la avalancha de la mermelada oficial que ofrecerán a los congresistas, que por primera vez están del lado correcto de la historia.
Es evidente que Petro no previó que los partidos políticos se alzarían contra la inconsulta y atrevida reforma a la salud ideada por Corcho. Un craso error de cálculo que le cambiará para siempre el destino a este mandato todavía incipiente. Petro y su tambaleante gabinete ministerial no se restablecerán del tsunami político que provocaron, lo que sigue es el desencanto de las gentes, la caída en las encuestas y más soluciones de fuerza de un Gobierno que dilapidó la fuerza electoral por cuenta de sus arbitrariedades y que hoy enfrenta el gigantesco escándalo de que su proceso de sometimiento a la justicia estaría manchado con coimas del narcotráfico.
Peor que se haya ido Gaviria y que pronto partan otros ministros es que Petro no tendría a quién nombrar de los mismos quilates de los que abandonen esa aventura, porque en el Pacto Histórico no hay con quién y porque no creo que en el “establecimiento” que tanto odian en la Casa de Nariño haya más suicidas dispuestos a inmolarse por un Gobierno que viene cayendo vertiginosamente y en el que no serían bienvenidos.
Adenda. Si, como dijo Petro, el “único funcionario que cuenta con el aval de Gobierno para tener contacto con las organizaciones al margen de la ley” es el comisionado de Paz, Danilo Rueda, también tiene que ser investigado y además renunciar, bien por cómplice o por no haberse enterado de los sobornos que enredaron al hermano y al hijo del presidente.