Notas de Buhardilla

El fiscal que intenta sobrevivir

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Ramiro Bejarano Guzmán
25 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.
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El fiscal Martínez pretende convencernos de que las reveladoras grabaciones de sus conversaciones como particular y/o abogado con Pizano son un episodio pasajero que ya empieza a disiparse. Para eso diariamente tiene la oportunidad de convocar ruedas de prensa de las que sale victorioso luego de dejar en la picota a quienes acusa delante de los medios. Esta semana, muy orondo convocó a los reporteros que lo oyen sin chistar, esta vez para pulverizar a los administradores de una universidad barranquillera, sindicados de incurrir en los supuestos delitos que se cometen también a diario hasta en universidades privadas de renombre que, amparadas en la autonomía universitaria, no tienen quién las controle ni sancione, ni tampoco lo permiten.

La cúpula de la Fiscalía se hizo presente ante la Corte Suprema para rogar a sus más altos dignatarios que designen un fiscal ad hoc, visita que, con razón, no cayó bien a todos los togados. No son los únicos molestos, pues también en la Fiscalía hay subalternos inconformes pero silenciados. Muchos sienten vergüenza de que la institución hoy esté en el ojo del huracán por cuenta de los problemas personales del fiscal, que en últimas es un ave de paso.

La designación del fiscal ad hoc para las investigaciones relacionadas con Odebrecht no apaciguará este huracán del que Martínez quiere quedar a salvo sin siquiera despeinarse. En un contundente y lúcido concepto, la Procuraduría ha afirmado que fiscal y vicefiscal, que se declaran impedidos , “constituyen una amenaza cierta y objetiva a la imparcialidad de la Fiscalía”, por lo cual solicitó la designación no solo de un fiscal ad hoc para los procesos relacionados con Odebrecht, sino definir “una estructura que permita el aseguramiento de los principios de transparencia, independencia y celeridad”. Más que “un fiscal ad hoc, lo que se debería conformar es un equipo de instrucción e investigación penal ad hoc”, sostuvo la Procuraduría, a la usanza del derecho americano cuando se trata de investigar “miembros de la misma Fiscalía o del ejecutivo que han nombrado al fiscal”. Y, como van las cosas, esa Fiscalía ad hoc sería no solo para lo de Odebrecht sino también para impulsar las investigaciones en curso contra los defensores del fiscal que no avanzan, y para evitar abusos en las que se empezaron a mover contra sus críticos, porque aquí también está amenazada la imparcialidad.

De designarse fiscal ad hoc, el “subpresidente” Duque debe demostrar transparencia o confirmar su ciega dependencia de Uribe, amo y señor de su gobierno y de su desgracia. Tiene que integrarse una terna con juristas independientes que además aparenten serlo. Ninguno de los candidatos puede ser amigo cercano o asesor del fiscal ni la vicefiscal, ni litigar en la Fiscalía, ni haber tenido vínculos de ninguna clase con el grupo Aval o sus dueños, tampoco tener militancia activa o sonora en ningún partido, y sobre todo deben ser profesionales que no sean escogidos de la baraja marcada del “presidente eterno”. Si el ungido resulta contertulio de Martínez Neira o de sus aliados políticos, será más de la misma corruptela.

El debate en el Senado del próximo martes no es una moción de censura ni un proceso disciplinario o penal, sino una discusión política que, salvo unas pocas intervenciones independientes, terminará en que los voceros de Centro Democrático, Cambio Radical, la U, el liberalismo y el conservatismo saldrán con la misma babosada que les hemos estado oyendo estos días y sacarán en hombros a Martínez. Unos dirán que “el fiscal puso la cara”, otros reclamarán “su presunción de inocencia y el derecho a ser investigado por la Comisión de Absoluciones”, y no faltará quien repita la torpeza de que “el fiscal ha sido tan transparente que se declaró impedido y también ha pedido que se le designe un fiscal ad hoc”. En fin, lugares comunes de una complicidad anunciada.

Puede que el incendio que hoy acosa al fiscal ni siquiera lo chamusque y que lo terminen de apagar los medios que lo aplauden, pues ya lo dijo Víctor Hugo: “Es cosa extraña la facilidad con que los malvados creen que todo les saldrá bien”.

Adenda. Bastó que le salieran mal las encuestas al Gobierno para desempolvar el viejo truco del espejo retrovisor, que había prometido no usar. ¡Farsa!

notasdebuhardilla@hotmail.com

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