Se volvió obviedad afirmar que la constituyente es inviable, pues eso lo sabe hasta el propio Petro, quien, por esa razón, ha venido migrando peligrosamente al concepto del “poder constituyente” para insistir en su aventura de someternos a algo tan azaroso como la convocatoria de una asamblea que le apruebe las reformas que quiere imponer.
Es un dislate ese cuento de que las formas hay que dejarlas de lado porque lo trascendente es que en el fondo hay un pueblo que tiene ese “poder constituyente” con el que Petro quiere aplastar a todos sus contradictores, para que aquí solo se respire el aire que ellos quieran. Disparate mayúsculo...
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