Curiosos los hallazgos en la prolongada persecución sufrida por el ministro Iván Velásquez (IV). La primera gran cruzada fue orquestada en el gobierno de Uribe, porque desde sus épocas de funcionario de la Fiscalía había investigado aspectos sensibles de narcotráfico y paramilitarismo en Medellín, nada indiferentes al Jefe Supremo.
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Iniciado su gobierno, muy pronto Uribe se mostró inquietó con IV y eso tuvo consecuencias también muy rápidas. En efecto, no todos hemos olvidado el complot del que fue víctima, siendo magistrado auxiliar de la Corte Suprema, concebido y ejecutado por el Gobierno. De ello tengo noticia comprobada porque a través de varios derechos de petición que elevé en su momento pudo establecerse la cadena tortuosa de cómo y quién escribió una carta difamatoria contra IV dirigida a la Casa de Nariño que se atribuyó a alias “Tasmania”, un delincuente que estaba preso en Itagüí. Posteriormente se comprobó que quien la había escrito no era el detenido y que todo había sido monitoreado por un abogado, coincidencialmente vecino de oficina de Mario Uribe, el primo del mandatario, para entonces senador. También fruto de esas peticiones que presenté como columnista quedó claro que esa comunicación criminal no salió de la cárcel ni llegó por un correo normal, sino que la directora del DAS envió a una subalterna desde Bogotá para que la recogiera en el aeropuerto de Rionegro, la cual le fue entregada en cuanto aterrizó por un emisario camuflado, por lo que la acuciosa mensajera, una vez recibida la misiva incriminatoria, regresó a Bogotá en el mismo avión que la había traído. Aunque la estratagema fue abortada, lo cierto es que por cuenta de estas sucias maniobras palaciegas terminaron penalmente condenados la directora del DAS, María del Pilar Hurtado; el secretario general de la Presidencia, Bernardo Moreno, y el abogado Sergio González, intermediario con alias “Tasmania”, entre otros.
Pero fracasado este disparo mortal, los perseguidores no desistieron porque infiltraron la Corte a través de los magistrados tristemente célebres por el Cartel de la Toga. Entonces fue fácil tomar la determinación de retirar a IV como magistrado auxiliar. En efecto, se supo que varios togados expresaron su inconformidad con los bríos del gran acusador de la parapolítica y decidieron prescindir de sus servicios, lo cual alivió a muchos poderosos señores.
Retirado IV de su cargo como magistrado, se involucró en la ONU dirigiendo la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, la cual tumbó a un presidente corrupto. Esa labor mereció aplausos en todo el continente, menos, por supuesto, en las toldas uribistas, pues se supo que allá también fue objeto de persecución por esos malquerientes, aprovechando las cercanas relaciones cultivadas en el ejercicio del gobierno con la corrupta cúpula de Guatemala. Fracasaron en ese empeño difamatorio con el que abrieron trocha haciendo ruido y generando zozobra.
Al regresar a Colombia, sin haber intervenido en política fue designado ministro de Defensa, lo que más que una piedra en el zapato se les convirtió a los uribistas en una pesadilla. Poca gracia debió generarles a los mandamases del Centro Democrático que se sentara precisamente en la silla mayor del ministerio de las armas la persona a la que han intentado difamar y excluir de todas sus responsabilidades públicas. Por eso no resulta rara la coincidencia de que el Gobierno guatemalteco, presidido por un godo mala clase acusado de corrupción, haya sacado de la manga la infame acusación contra IV, asociándolo con supuestos arreglos ilícitos con Odebrecht. Como era de esperarse, aquí la jauría facho-uribista, alineada con la corrupción donde se mueven como peces en el agua, salieron a pedir la renuncia del ministro, acusándolo falsamente de enfrentar una orden de captura internacional y dando por cierta la andanada de la fiscalía guatemalteca, también putrefacta.
Lo peor para esos enemigos viscerales podría venir si se confirma el vaticinio de que el ministro de Defensa a lo mejor se sienta en la poltrona de la Fiscalía, para suceder al perseguidor Barbosa.
Si las mafias se unieron para asesinar al fiscal paraguayo, Marcelo Pecci, en las playas de Barú, no parece imposible que hoy estén remando para aniquilar moralmente a IV, un hombre pulcro con un expediente penal espurio. Dios los cría.
Adenda. Fiscalía y Procuraduría aliadas contra la paz para honrar sus militancias políticas de ultraderecha.