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El partido de los jueces

Ramiro Bejarano Guzmán

23 de mayo de 2015 - 09:00 p. m.

ES UNA NOVEDAD QUE LOS MAGIStrados, jueces y fiscales hayan salido a protestar contra la reforma de equilibrio de poderes, como lo hicieron el jueves anterior.

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La piedra de la discordia radica en que los togados sostienen que esta reforma constitucional privará a la justicia de la autonomía e independencia.

Es legítima la decisión de salir a marchar contra un proyecto de acto legislativo, pero me resulta imposible estar de acuerdo con esos juristas, porque soy de la opinión de que este gesto de tardía rebeldía de los hombres de leyes obedece simplemente a la necesidad de defender sus privilegios y el engranaje administrativo que entronizó la corruptela en los pasillos de los despachos judiciales.

En efecto, la reforma de equilibrio de poderes no es gran cosa, pero, en todo caso, sí será mejor que lo que hoy está sucediendo con la justicia, y por eso muchos colombianos estamos apoyando ese proyecto que aunque nada resuelva de fondo, algo hará menos mal que lo que hoy estamos viviendo. Sostener, como lo vienen haciendo los magistrados, que la autonomía de la Rama Judicial se ve amenazada por el hecho de que se supriman la Comisión de Acusaciones o el Consejo de la Judicatura es sencillamente asombroso. Y es igualmente atroz que a los magistrados les incomode el cierre de la puerta giratoria y la supresión del “yo te elijo y tú me eliges”. Tales posturas son demenciales e indefendibles.

Lo que el ciudadano del común se tiene que estar preguntando es ¿por qué sólo hasta ahora las plazas públicas se llenaron de magistrados protestando contra el Congreso y el Gobierno, justamente cuando tambalean sus privilegios? Y es que al responder ese sencillo interrogante se comprende el por qué el 80% de los colombianos tienen mala opinión de nuestro sistema judicial.

¿Dónde andaban los magistrados, jueces y fiscales cuando estalló el escándalo de las chuzadas a varios magistrados de la Corte Suprema de Justicia en el gobierno de Uribe? ¿Por qué nadie en las altas cortes se indignó cuando ese gobierno puso una grabadora en la mesa de deliberaciones de la más alta corporación de la justicia ordinaria? ¿Cuál la razón del silencio de la cúpula del poder judicial cuando se supo del complot del Gobierno contra el exmagistrado Iván Velásquez, el investigador del primo de Uribe?

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Qué diferente sería hoy la percepción del ciudadano de a pie sobre su justicia, si en esos momentos de verdadera amenaza a la autonomía e independencia de la Rama Judicial, los magistrados hubieran salido a las calles a protestar por los graves sucesos de que fueron víctimas. Si entonces los jueces se hubiesen hecho sentir con dignidad, nos habríamos ahorrado vergüenzas tales como el escándalo en el que estuvo envuelto el magistrado Villarraga del Consejo de la Judicatura, o el suceso indigno del magistrado de la Corte Constitucional Alberto Rojas, quien aún hoy no ha podido explicar satisfactoriamente el enredo deplorable de verse acusado por una viuda que lo sindicó de haberse apropiado de sumas de dinero que no le pertenecían. Si el país tuviera noticia de que sus magistrados, jueces y fiscales protestaban con razón y con desprendimiento ante todos esos abusos oficiales, seguramente una persona como el doctor Jorge Pretelt CH no se habría atrevido a desafiar al establecimiento y a la decencia, quedándose en la Corte Constitucional, corporación que a sabiendas de lo que corría bajo las aguas no tuvo inconveniente en ungirlo como su presidente.

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Todas esas cosas terribles y muchas otras más sucedieron en el pasado reciente, en las narices de quienes hoy salieron a gritar contra el proyecto de equilibrio de poderes; pero como entonces sus privilegios estaban intactos a ninguno de ellos le importó lo que estaba sucediendo. Esa es la justicia, no hay remedio.

Adenda. Magnífico, serio y ameno el libro sobre el expresidente Alfonso López Michelsen de Diana Sofía Giraldo. Se trata de un gran trabajo que, sin ser una biografía, permite aproximarse a la intimidad del caudillo liberal y deambular por los avatares de su tiempo. De obligada lectura, sin duda.

 

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