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Tiene razón la directora de la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, Martha Lucía Zamora, al llamar la atención sobre un detalle que no puede pasar inadvertido de la declaración de Mancuso. Su confesión, así como las de otros paramilitares que andan pidiendo pista en la JEP, debimos haberlas oído hace 15 años, cuando estaba en boga la desmovilización de Justicia y Paz, con la que el gobierno de Uribe pretendió someter a los mandamases de esta temible organización que penetró todos los niveles del Estado.
Otro hubiera sido el rumbo de esta fatídica historia si entonces hubiéramos escuchado a estos supuestos salvadores que regaron la nación de sangre inocente dizque para repeler la insurgencia. En 15 años, muchas de las personas que tenían derecho y el deber de dar sus explicaciones han muerto, y, por tanto, en la penumbra quedarán para siempre las acusaciones en su contra.
Hoy no es indiferente que también se sepa cuál fue la razón por la que todos estos jefes paracos fueron intempestivamente extraditados por Uribe, cuando se esperaba que comparecieran a declarar en Justicia y Paz. No todos hemos olvidado la indignante imagen de Mancuso, Ernesto Báez y Ramón Isaza, proclamándose en el Congreso como agentes de la paz en medio de los atronadores aplausos de parlamentarios aliados del gobierno de la seguridad democrática, muchos de los cuales después terminaron tras las rejas. Nunca se ha sabido qué pasó en esa ocasión, pero lo cierto es que estos paramilitares fueron extraditados y hubo quienes felicitaron la aparente firmeza del gobierno de aquellas calendas y el asunto prácticamente se marchitó. Fue la Comisión de la Verdad, que tanta incomodidad ha generado, la que puso el dedo en la llaga y abrió plaza a ese pavoroso desfile de asesinatos y desolación en que terminó convertida la justicia privada que se ejerció sin controles de la mano de agentes del Estado. Ahora llegan con tardanza las declaraciones de la cúpula paramilitar y, salvo muy pocos medios, lo evidente es que parece haberse puesto en marcha un pacto para esconder o minimizar todo lo que dijo Mancuso con frialdad dolosa en cuatro sesiones.
Era obvio que lo que contara Mancuso iba a levantar un tsunami. El ex subpresidente Iván Duque repitió la versión de su presidente eterno, de que lo de Mancuso es venganza por haberlo extraditado cuando se desmovilizó y seguramente amenazó con revelar lo que no pudo hacer sino 15 años después. Eso no es una explicación sino una coartada.
Sorprende el doble rasero de quienes han dado crédito a otros delincuentes cuando acusaron a sus contradictores sin pruebas, pero ahora, al ser puestos en el ojo del huracán atribuyen las declaraciones de Mancuso al proceso electoral que no se ha iniciado y descalifican con soberbia y adjetivos a su verdugo, excepción hecha del exvicepresidente Oscar Naranjo. En efecto, en la pasada tertulia dominical de Los Danieles, el exdirector de la Policía refutó en tono pausado la acusación de Mancuso de que lo había liberado en alguna oportunidad, y entregó su verosímil explicación de que fue el fiscal del caso –que luego terminó enredado judicialmente– y no él, quien ordenó su libertad. Otro tanto hay que recordar cuando Uribe, en las escalinatas de la Fiscalía, daba retadoras ruedas de prensa mientras le limpiaban sus zapatos, anunciando que le había pedido al fiscal Martínez Neira llamar a declarar a otros extraditados porque en el deambular de sus cercanos por cárceles gringas sabía que estos prisioneros estaban prestos a enlodar prestigios. ¡Con la vara que mides serás medido!
Curioso que el presidente Petro, a quien supuestamente iban asesinar, haya trinado revelando que “de las operaciones en mi contra logramos información previa sin ayuda de los gobiernos y logramos frenarlas”. ¿Cómo fue que, en los días tempestuosos de ese gobierno, tuvo acceso a tan delicada información?
Veremos si la JEP acepta a Mancuso una vez aporte la multitud de evidencias que le exigieron presentar en 30 días. Sea que lo admitan o no, unos quedarán furiosos y otros felices. Por fortuna, la justicia está representada en la diosa Temis con sus ojos vendados.
Adenda. Pupitrazo para aprobar la accidentada reforma a la salud. ¿Adivinen cómo consiguió el Gobierno “convencer” al Congreso que hace una semana parecía inamovible?
