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Notas de buhardilla

En la segunda vuelta

Ramiro Bejarano Guzmán
05 de junio de 2022 - 05:30 a. m.

Fico Gutiérrez demostró que no está preparado ni tiene las condiciones humanas para ser presidente. Su intervención cuando a regañadientes admitió la apabullante y merecida derrota que sufrió el domingo fue mezquina e inapropiada en quien se promocionaba como un conciliador sin odios que gobernaría con todos. Mentiroso.

Bastó que perdiera las elecciones para descubrir su talante de mal perdedor, resentido y vengativo. En vez de tener una actitud gallarda y reconciliadora, prefirió seguir el libreto del subpresidente Duque y del presidente eterno Uribe, pues no felicitó a Petro, el vencedor en franca lid, a quien señaló de ser un peligro para el país. Grosera actitud inclusive para con quienes votaron por Petro. Quedó claro que si Fico hubiese llegado a la Presidencia habríamos seguido con los abusos al estilo Duque, interviniendo en política e insultando a sus contradictores.

Pero nada de eso importa en el uribismo, porque allá son altaneros, provocadores, matones, desleales, y obviamente Fico no podía ser distinto porque es de los mismos, así lo haya intentado ocultar durante estos meses de campaña pues es uribista camuflado, al igual que Rodolfo.

Pero no contento Fico con echarles pedradas a Petro y a los casi nueve millones de personas que lo respaldaron en las urnas, saltó de insultar a Rodolfo calificándolo de “falso mesías” y corrupto porque tiene un proceso muy avanzado en la Fiscalía, a anunciar su voto y el de su perrito faldero –Rodrigo Lara Sánchez– en la segunda vuelta por el exalcalde de Bucaramanga. ¡Qué coherencia! Como él hay otros haciéndose perdonar donde Rodolfo, porque ilusamente creen, como él, que ya es presidente.

No están ni tibios quienes con innegable oportunismo andan propalando la falsa idea de que Rodolfo será invencible en la segunda vuelta. Hernández se creyó ese cuento, por lo que, a imagen y semejanza del recordado doctor Goyeneche, ya empezó a nombrar sus ministros sin haber ganado todavía nada y a amenazar la democracia con su propuesta fascista de gobernar desde el 7 de agosto bajo conmoción interior.

Hoy estamos ante una situación que, aunque no es del todo igual, sí tiene tonalidades parecidas a lo que sucedió en 2014 cuando el uribismo casi tumba a Juan Manuel Santos. Petro ganó, pero la gran prensa y los empresarios dan por hecho que quien será presidente es el tempestuoso Rodolfo Hernández, para lo cual acuden al artificio matemático de sumar sus votos con los de Fico y dar por finiquitado el asunto de la sucesión presidencial. La cosa no es tan fácil ni elemental. Ni siquiera con el auxilio de una firma encuestadora experta en desorientar, como el Centro Nacional de Consultoría, que se precipitó a convertir en encuesta lo que no pudo ser más que un sondeo dando por ganador a Hernández. No es cierto que el próximo mandatario de los colombianos tenga que ser este fastidioso personaje adorador de Hitler, amigo de Uribe y benefactor de la corruptela en su ciudad natal.

En efecto, al término de la primera vuelta en 2014 Óscar Iván Zuluaga vencía a Juan Manuel Santos y todo indicaba que el uribismo regresaría al poder con otro pelele, como en 2018 con Duque. Cuando todo parecía irreversible Santos se casó con la paz y entonces liberales, demócratas y progresistas que no habíamos votado por él nos matriculamos en esa promesa y logramos con nuestros votos reversar lo que parecía una paliza segura a manos de la más ortodoxa ultraderecha. No nos equivocamos, hubo paz, así Duque, en tono altanero y déspota, haya intentado hacerla trizas.

No me arrepiento de haber votado por Fajardo, salvo que quiera reencontrarse con Íngrid donde Rodolfo y marchar al ritmo aventurero de este infiltrado uribista. Así como en 2014 con mi voto contribuí a que Santos continuara en el poder cuando todo parecía perdido, en la segunda vuelta haré lo mismo votando por Petro –a quien no he tratado y casi que ni conozco personalmente– porque es una opción menos riesgosa para mis convicciones liberales, como seguramente lo estarán pensando millones de liberales y demócratas que no nos resignamos a que el país quede en manos de un plutócrata atarván sin principios, que es la herencia maldita de dos décadas perdidas con Uribe como gran protagonista.

Adenda. Procuradora Cabello: la medida cautelar de suspensión provisional de un funcionario elegido popularmente es tan arbitraria e ilegal como la de destituirlo mediante sentencia. El efecto es el mismo, pues en ambos casos se frustran los derechos políticos del elegido y de sus electores.

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

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