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En modo Petro

Ramiro Bejarano Guzmán

07 de agosto de 2022 - 12:30 a. m.

Cuando arrancó el cuatrenio fraudulento que hoy concluye, reproduje en esta columna la denominación de subpresidente para referirme a Duque, acuñada por el agudo escritor José Joaquín Gori, la cual seguramente no habría utilizado reiteradamente de no haber sido porque un empresario me llamó en un tono que creí amistoso a decirme que no lo llamara así porque al fin y al cabo él era el jefe de Estado. Ninguna atención presté a ese superficial comentario, pero unos días después me enteré de que el industrial de marras se ufanaba delante del gobierno de que me había dado la orden de no volver a utilizar esa expresión y que este columnista sabía a lo que me exponía si insistía en mi “grosería”. Mal debió quedar el lagartazo ante el inquilino de la Casa de Nari cuando seguí llamando subpresidente a quien no dejó de serlo. Por cuenta de la pandemia y sobre todo de la fatiga de hacerlo, no volví a hablar jamás con ese mandadero mentiroso, a quien hoy solo veo en las páginas sociales.

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Quedan atrás los años perdidos de Duque e inicia hoy el mandato del Pacto Histórico en el que tantos colombianos tienen fincadas sus esperanzas de que las cosas cambien para bien, que valga la pena haber llegado al poder, como dijo Petro, el nuevo presidente, quien con su posesión rehabilita la “Casa de Nariño”.

No la tiene fácil Petro, a pesar de los más de 11 millones de votos que lo llevaron legítimamente al poder; esperamos que acierte, porque lo peor que nos puede pasar es que le vaya mal y la derecha recalcitrante que está al acecho regrese ardida y con sed de venganza. No se trata de que el Pacto Histórico se eternice en el poder, pero tampoco que tengamos que vivir de nuevo bajo la tiranía uribista, pues ya tenemos aprendido cómo gobiernan. Se trata de que con Petro o sin él podamos vivir en paz y en democracia.

Mirando con objetividad el panorama, a pesar de que el presidente ha logrado asegurar mayorías en el Congreso y que varios medios de comunicación y periodistas que estuvieron cuatro años echándole incienso a Duque no están decididos por ahora a hostigar al nuevo gobierno mientras se vuelven a acomodar, lo cierto es que ese unanimismo de ahora, tanto en favor del mandatario entrante como en la oposición, puede convertirse en arma de doble filo.

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Todos los gobiernos se desgastan. El de Petro no será la excepción. Y puede empezar el declive en cuanto se conozcan los nombres de todo su gabinete, sobre todo si lo adorna con uno que otro de los oportunistas que suenan. En torno suyo hoy están todas las colectividades políticas, salvo el Centro Democrático, las cuales con la misma rapidez que se sumaron al gobierno pueden abandonarlo o traicionarlo. No sería la primera vez, menos ahora que todas esas adhesiones están pegadas con babas.

El gobierno tiene que andar con pies de plomo si no quiere que con otros cuatro años de desastres estemos ante la nefasta perspectiva de tener que dar la bienvenida a políticos hechos a imagen y semejanza de la arbitrariedad e intolerancia de María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Fico Gutiérrez u otro cualquiera que sepa aprovechar un pésimo gobierno de Petro, como lo hizo el atarván y corrupto de Rodolfo Hernández gracias al régimen tramposo de Duque.

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En efecto, el Centro Democrático será el único partido opositor y eso a la larga les favorecerá. Tendrán todo para destruirlo y criticarlo con mentiras y ataques aleves. Además, porque, a diferencia de lo que ocurre cuando el uribismo ha sido gobierno, esta vez podrán ejercer la oposición sin ser perseguidos judicialmente por el Ejecutivo o los organismos de control, sin exponerse a campañas de desprestigio cuidadosamente tejidas en las salas de redacción de unos medios cómplices o en la casa presidencial. Esa oposición insular al gobierno de Petro la sabrán aprovechar porque esa derecha arrogante y soberbia no se resignará jamás a perder el mando y hará hasta cosas lícitas para recuperarlo.

Coincido con el expresidente Juan Manuel Santos cuando afirma que “con este gobierno la paz está viendo una nueva esperanza”. Tienen Petro y su gobierno la oportunidad histórica, pero sobre todo la obligación de no defraudar a la nación.

Se avizoran días tempestuosos, sin duda, durante los cuales esta tribuna continuará enhiesta y firme sin agenda diferente a la de expresar libérrimamente mi opinión, porque de mi diccionario tengo excluido para siempre el verbo aplaudir y la lisonja.

Adenda. Anular la elección de unos magistrados de la Corte Suprema sería desatar una crisis mayúscula, injustificada e ilegal. Que prevalezca la sensatez.

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