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Fallaron todos

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Ramiro Bejarano Guzmán
24 de octubre de 2015 - 04:00 a. m.
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Treinta años después del holocausto del Palacio de Justicia perpetrado por el grupo insurgente M-19, y de su retoma brutal y asesina, las heridas siguen sin sanar; ahora porque aparecieron los restos de tres mujeres desaparecidas sepultadas con irresponsabilidad, y porque, por fin, se abrió el capítulo de investigar las torturas, antes cuando supimos que el magistrado Carlos Horacio Urán sobrevivió al asalto, pero luego alguien, en nombre del Estado, lo asesinó.

Por supuesto se equivocó gravemente el M-19 tomándose por la fuerza el templo de la justicia, probablemente porque creyeron que se repetiría la historia de la toma de la embajada de República Dominicana, cuando el gobierno de Turbay negoció con los asaltantes. Era obvio que el establecimiento no iba a dar su brazo a torcer para salvar del demencial ataque a la “rama más seca del poder público”, como con razón la llamó Fernando Uribe Restrepo, entonces vicepresidente de la Corte. Por eso, desde el mismo instante en el que los guerrilleros cruzaron el umbral del sótano del Palacio, los magistrados y civiles inocentes estaban condenados a morir.

Sin duda se equivocaron la Policía Nacional, al dejar desprotegido el palacio, y el Ejército, por no respetar las vidas de civiles inermes y administrar la justicia criminal que impartieron a bala el 6 y 7 de noviembre de hace 30 años. Hoy, cada vez es más verosímil la versión de que algunos uniformados habrían sabido con antelación que la toma se produciría, y no sólo no hicieron nada para evitarla, sino que la habrían propiciado. En ese contexto no parece descabellada la hipótesis de que Alfonso Reyes Echandía y Manuel Gaona Cruz habrían sido sacrificados por las fuerzas del orden porque alguien en la milicia los consideraba enemigos por su decidida postura en defensa de los derechos humanos. Y en esa jornada sangrienta murieron Carlos Medellín, Darío Velásquez Gaviria, Fabio Calderón, Emiro Sandoval, junto a otros ilustres inocentes.

Se equivocó el Gobierno, porque Belisario Betancur terminó prisionero de los militares mientras retumbaban las balas en el interior del Palacio, y lo siguió siendo después de las mentiras oficiales con las que taparon las verdades ocultas que no se incineraron a pesar de la conflagración que acabó con todo. Tres décadas después seguimos sin saber qué fue lo que pasó en esos días que estremecieron para siempre a Colombia. Lo que se recuerda es que el régimen de la época se inventó la transmisión de un partido de fútbol la misma noche en la que ardían los cadáveres de muchos magistrados con sus expedientes, en un grosero e inolvidable gesto de censura.

Se equivocaron también los medios en su labor informativa de esos dos días de vértigo, porque hoy, seis lustros después de esta tragedia, no se entiende cómo fue posible que, habiendo sido testigos de excepción de lo que entonces pasó, no se enteraron y ni siquiera sospecharon que muchos de los rehenes aparentemente liberados y trasladados a la Casa del Florero fueron torturados, desaparecidos o asesinados. Todo estaba siendo informado, pero nadie vio nada, y 30 años más tarde los ojos de la historia siguen encontrando cadáveres trocados que permanecieron en sepulturas ajenas. Todavía recuerdo unas tanquetas militares cuando regresaban de la Plaza de Bolívar en medio de los aplausos de los ciudadanos que prodigaron a quienes creían héroes, sólo que entonces, por cuenta de la pésima información que recibieron, no pudieron saber que apenas eran unos ídolos de barro.

Y, lamentablemente, falló también el sistema de justicia, porque no fue capaz de investigar y encontrar esta verdad que hoy nos sigue lacerando. Ha sido necesario que pase una generación para que empiece a verse la punta del iceberg de lo que pasó esa terrible y dolorosa jornada durante la cual se alinearon los astros para que nadie acertara.

Adenda No. 1. Bien por los caleños que hoy le dirán no a las aspiraciones politiqueras del diletante y traidor de Angelino Garzón.

Adenda No. 2. Bogotá merece tener un alcalde que le encuentre el rumbo perdido para que podamos vivir con seguridad y en paz. Rafael Pardo es el hombre para esa tarea.

 

notasdebuhardilla@hotmail.com

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