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Notas de buhardilla

Historia por contarse

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Ramiro Bejarano Guzmán
09 de enero de 2022 - 05:30 a. m.
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Enrique Santos Molano, hombre serio y bien informado, escribió un artículo en El Tiempo que tuvo como norte exonerar al expresidente Roberto Urdaneta de los graves sucesos del 6 de septiembre de 1952, estando encargado de la presidencia, por enfermedad del tempestuoso Laureano Gómez.

Ese 6 de septiembre una turba goda, auxiliada por la policía también conservadora (chulavita) y al servicio de ese régimen opresor, le atribuyó al liberalismo los asesinatos en Rovira de unos agentes, por lo que la furiosa godarria decidió vengar esos crímenes y hacer justicia a su manera. Luego del entierro de los policías, fueron asaltadas e incendiadas las instalaciones de este periódico y El Tiempo, y saqueadas las residencias de los jefes liberales Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo.

Como consecuencia de que el gobierno de Urdaneta no pudo o no quiso detener ese tropel, López Pumarejo y Lleras Restrepo tuvieron que exiliarse en la embajada de Venezuela, porque sus vidas, familias y bienes corrían peligro. Urdaneta, de dientes para afuera, sostenía que el gobierno daba garantías a los patricios liberales, lo que no resultó verdad porque el día de la quema no aparecieron ni los ministros de Gobierno y Defensa, ni el Comandante de las Fuerzas Armadas, ni el presidente encargado, pues todos habían salido de Bogotá. Extraña coincidencia.

Uno de los hijos de Lleras Restrepo escribió sobre este episodio sangriento, que vivió personalmente, que “desde el presidente de la República para abajo, todos los servidores públicos y buena parte de los jefes conservadores fueron autores, cómplices y alcahuetes de los delitos que se perpetraron el 6 de septiembre, y ello no excluye a las fuerzas armadas, ni mucho menos a la Policía Nacional”. Le creo. Pero Santos Molano, invocando la autoridad de su padre, exculpó a Urdaneta y al conservatismo que de la mano de Álvaro Gómez manejaba los hilos siniestros del poder.

En efecto, la pluma ilustrada de Santos Molano recrea esos tiempos tenebrosos de la dictadura civil de Laureano, para concluir que el encargado del poder ejecutivo, el Sordo Urdaneta, como se le conocía, nada tuvo que ver en los trágicos sucesos del 6 de septiembre. El argumento no convence, porque fue construido a partir del comentario que le hiciera su padre, el inolvidable Calibán, quien ante su pregunta de por qué defendía al mandatario si él había quemado El Tiempo le respondió: “no seas pendejo, mijito. Urdaneta no tuvo nada que ver con eso. Si él no hubiera sido el presidente, yo no habría podido escribir la Danza (de las horas) en las ruinas de El Tiempo al día siguiente. Ni nunca más”.

Testigos de esas épocas si bien respetan a Calibán, también recuerdan sus vacilaciones, pues durante la Segunda Guerra Mundial un día se inclinaba por los alemanes y el otro por los aliados. Absolver a Urdaneta con el dicho del amor filial por Calibán no es verosímil a la luz de lo que el Sordo sostuvo una semana después de los sucesos, responsabilizando de lo ocurrido al liberalismo y a los diarios incinerados, supuestamente por haber creado la atmósfera de violencia del nefasto 6 de septiembre. En una infame y provocadora alocución, Urdaneta reprobó que no todos los colombianos estuvieran de su lado, porque “no solamente no han atajado la obra devastadora, sino que la cohonestan, se muestran solidarios o simpatizantes al menos con quienes la realizan y aún se atreven a aconsejarles que mantengan sus posiciones”, lo que fue un sablazo odioso a las “directivas liberales”, a quienes injustamente acusó de no haber ordenado “jamás cesar el fuego ni deponer las armas, sino que prohijaron, al menos tácitamente, la absurda pretensión de otros matarifes que osaron exigir, en puridad, la rendición incondicional del Gobierno”. El “inocente” de Urdaneta mintió haciendo responsables a los diarios y jefes liberales de no haber tomado las medidas que su gobierno debió haber adoptado y nunca lo hizo.

No pierdo la fe en el escritor Santos Molano. Ojalá en el libro que publicará este año, cuando se cumplan 50 años de la muerte de Urdaneta, la historia no continúe escribiéndose para “pendejos”.

Adenda. Es tan demencial e irresponsable atribuirle la culpa de la violencia en Arauca al Proceso de Paz como cuestionar los gastos de la Comisión de la Verdad, mientras el gobierno no hace nada por la paz y despilfarra recursos en contratos para mejorar imagen de Duque.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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Alvaro(21614)10 de enero de 2022 - 03:29 a. m.
De acuerdo total con su adenda, doctor Bejarano , con lo que dijo el matarife hechado culpas al acuerdo de paz, haciendo tiros al aire.
Gustavo(17925)10 de enero de 2022 - 01:56 a. m.
Todavia persisten en que los Colombianos sigamos creyendo en la historia contada por Henao y Arrubla . La godarria no se ha dado por enterada que ahora existe el Internet y ahi podemos conseguir la informacion que nos permite ver evaluar diferentes puntos de vista . No solamente el que les conviene a ciertos retardatarios .
Eduardo(7668)09 de enero de 2022 - 11:52 p. m.
Esa historia ya la conté en "Colombia años 50" (Universidad Nacional, 2002).
Luis(65289)09 de enero de 2022 - 10:30 p. m.
CALIBÁN fue un acérrimo godo. Ahí están sus escritos
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