Si bien todavía no se sabe con certeza para dónde va este Gobierno que aún no completa 100 días, su talante ya intranquiliza y amenaza.
Ni este será el Gobierno que acabe con la polarización, ni Duque es el conciliador que va a lograr unir a los colombianos. Empiezan a tomar sentido las informaciones que dan cuenta de las reiteradas visitas de Uribe y Macías al “subpresidente” —afortunada expresión acuñada por José Joaquín Gori— apenas cae la noche, obviamente cuando no resulten notorios esos encuentros, los cuales sin embargo vaticinan que esto va muy mal y con tendencia a empeorar.
No es fortuito ni pura coincidencia que Duque haya aprovechado la posesión de los nuevos magistrados de la Sala Penal de la Corte Suprema para insultar a los demás togados, que asistieron a un acto solemne convencidos de que se trataba de una invitación cuando en realidad fue una emboscada.
El discurso de Duque en esa ocasión —que él y sus áulicos creen que fue amable— cuestionó precisamente a los magistrados que han venido adelantando la investigación penal que tiene comprometido al “presidente eterno”. Ese solo detalle debió haber pesado para que Duque no incurriera en el imperdonable abuso de pedir a los magistrados que obren con humildad y que estén dispuestos a oír la crítica, pues con eso subliminalmente se sumó a esas voces perversas que vienen ambientando la falsa idea de que la Corte Suprema persigue a Uribe. En esa campaña de desprestigio institucional, lamentablemente la cabeza del Ejecutivo no está sola, pero sí mal acompañada.
Mientras Duque reclamaba a los magistrados que obraran con prudencia y templanza valido de un lenguaje meloso e hipócrita, no se le ocurrió pedir lo mismo para los patanes congresistas del Centro Democrático que en tono brusco, entre otras cosas, le piden que remueva la cúpula militar, y vaya uno a saber si también esta andanada contra la justicia fue parte de un estudiado libreto del uribismo purasangre para dejar claro que el Gobierno está contra la justicia. Duque tilda diariamente a Maduro de dictador, pero él hace exactamente lo mismo e inclusive riéndose como el sátrapa caraqueño. Ese es el perfil de un grupo político que, como el Centro Democrático, ha gobernado en el pasado abusando y persiguiendo a la justicia, y hoy se siente cómodo reproduciendo semejante experimento por cuenta del cual quedaron condenados y encarcelados varios de los “buenos muchachos” que entonces manipulaban a diestra y siniestra la inteligencia estatal.
Los magistrados que asistieron de buena fe y con proverbial ingenuidad a la posesión de sus colegas bien habrían podido retirarse silenciosamente de la “Casa de Nari” antes de que concluyera ese malintencionado acto, concebido para mandarle un mensaje envenenado a la nación contra quienes administran justicia. Por la dignidad ultrajada han debido pararse y dejar hablando solo a quien olvidó que simboliza la unión nacional y no los intereses litigiosos de su jefe. Ojalá los jueces de todas las cortes comprendan que esas invitaciones a Palacio de nada sirven y en cambio pueden resultar inconvenientes. En este cuatrienio de la frivolidad mezquina, las altas cortes no son bienvenidas en los arrogantes y excluyentes círculos del poder ejecutivo, y, por el contrario, corren peligro.
No hay nadie en el Gobierno capaz de llamar la atención al mandatario que cree que gobierna cuando agrede a los más altos jueces de la nación. Ni la vacilante ministra de Justicia, ni la errática del Interior, ni ese batallón de asesores y consejeros lagartos y arribistas que rodean a Duque tienen el carácter para protestar por estas tentaciones totalitarias del régimen títere de Uribe y sus alevosos cipayos. Por eso no fue extraño que en medio de un debate parlamentario, el asesor de una ministra que era requerida por un senador no tuvo inconveniente en reclamar un listado de todo lo que apareciera de ese congresista en las redes sociales. Ahí están, esos son.
Adenda No 1. Se equivoca el papa Francisco. Una mujer que aborta no es igual a un sicario y en nada se parece al peligro que representa un cura pedófilo.
Adenda No 2. El libro de María Jimena Duzán Santos es un trabajo valioso para la historia contemporánea de obligada lectura.