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¿Cuál será la virtud secreta de Angelino Garzón para que, sin haber hecho nada útil para nadie en los últimos cuatro años, hoy registre un impresionante 78% de opinión favorable?
La clave debe de estar en la politiquería, arte en el que este vallecaucano oriundo de Cerrito —no de Buga y valga la aclaración— es diestro y siniestro.
Sin duda, todo se debe a que desde la Vicepresidencia ejerció cómoda oposición al gobierno elitista de Juan Manuel Santos. No hubo frente que quedara sin un dardo de Angelino, pues les disparó a empresarios, a políticas del Gobierno, a los ministros, todo para aparecer como defensor de pobres o minorías, y, claro, las gentes no distinguieron que su discurso era el de un oportunista. No se olvide que Garzón ha sido sindicalista, pastranista (de Misael y de Andrés), uribista y santista, récord sólo superado por Marta Lucía Ramírez, “la eterna”. Mejor dicho, Angelino jugó la consabida estrategia santista del doble discurso para todo, y aunque se quedó por fuera de la fórmula presidencial, en todo caso ha capitalizado un impresionante registro en las encuestas que lo animan a candidatizarse a la Alcaldía de Cali, donde seguramente sucederá al momio e incompetente amanuense de los Carvajal, Rodrigo Guerrero, cuya gestión desastrosa no ha hecho otra cosa que aumentar los privilegios de los poderosos.
Pero volvamos a Angelino. Es evidente que se le notó la furia y peló el cobre cuando Santos decidió marginarlo como vicepresidente. Aunque el presidente se empeñe en decir que fue una maravilla haberlo tenido de segundo a bordo y que le estará muy agradecido, los hechos demuestran otra cosa. Hoy no es embajador en el Brasil y tampoco será vicepresidente a partir del próximo 7 de agosto.
Angelino hizo daño en muchas partes. Por ejemplo, dejó atornillada en el liberalismo a su hija, por cuenta de los complejos cálculos politiqueros del joven lector Simón Gaviria, quien, por sí y ante sí, la convirtió en funcionaria del partido, y casi encabeza la lista para la Cámara por Bogotá, responsabilidad que declinó por estar inhabilitada, pero que ella misma terminó cediéndosela a Clara Rojas, quien no tiene un pelo de liberal.
No son las únicas fichas políticas de Angelino; para no ir muy lejos, hoy apoya las aspiraciones al Senado de Roberto Ruiz, viejo amigo suyo vinculado al negocio del chance, y también la del exalcalde Jorge Iván Ospina. De llegar ambos al Congreso, Garzón podría seguirle haciendo oposición a Santos, esta vez en cuerpo ajeno.
Angelino no se hizo querer en la casa presidencial, pero en cambio sostiene magníficas relaciones clientelistas con los gobiernos locales en el Valle del Cauca. Además de que en la Vicepresidencia contrató un séquito de sus áulicos con remuneraciones elevadas y de que desde la silla vicepresidencial impulsó un movimiento político que no cuajó por causa de su enfermedad, por estos días ha reventado un escándalo mayúsculo en la siempre cuestionada Alcaldía de Buga, en manos hoy de John Hárold Suárez Vargas, incondicional de Angelino y también de Dilian Francisca. En efecto, William Vianey, un valiente periodista bugueño, sitiado económicamente por el Gobierno y los silenciados medios locales, ha denunciado un carrusel de contratación del hospital Divino Niño en Buga, feudo burocrático manejado por el burgomaestre. Entre esos contratos hay unos celebrados con Talento Humano, firma sin experiencia a la que sin embargo le han llovido convenios con ese hospital por la medio bobadita de $5.500 millones. Lo curioso es que esta empresita es propiedad de Marta García Garzón, distinguida sobrina del flamante vicepresidente.
Angelino, genio y figura hasta la sepultura. Las encuestas ocultan lo que uno quisiera ver.
Adenda. Leyendo el contundente salvamento de voto del magistrado Néstor Osuna a la sentencia del Consejo de la Judicatura que, de la mano del procurador Ordóñez, denegó la tutela al alcalde de Bogotá, queda absolutamente claro que Petro en Colombia no tiene garantías judiciales.
