Notas de buhardilla

Las imprudencias de Marta Lucía

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Ramiro Bejarano Guzmán
10 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.
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En seis meses Marta Lucía Ramírez (MLR) ha hecho de su vicepresidencia una empresa mediática con declaraciones llenas de lugares comunes y nada sustanciales, donde habla de todo y de nada. Cuando ocasionalmente ha dicho algo que parece tener fondo, ha sido para dejar en evidencia sus inclinaciones totalitarias, como cuando defendió al censurador exdirector de RTVC, luego de probarse que efectivamente silenció un programa que no le gustaba al Gobierno.

Es obvio que MLR aspira a que Duque le dé una palomita presidencial, cuando así lo disponga Uribe. Me imagino cómo irá a ser el discurso de su posesión así sea transitorio su paso por la Presidencia. Recordaremos las épocas en las que Turbay Ayala como designado asumió la Presidencia por unos días, en medio de un jolgorio extravagante.

MLR está en el peor de los mundos en el Gobierno. De todo presume, pero nada decide. No hay sector donde no exprese su opinión siempre confusa y eterna, actitud que hace temer lo que pasaría si —como no parece inverosímil— Duque tuviera que renunciar y ella tuviese que asumir el mando.

Su más reciente perla la soltó también en Twitter. En efecto, a propósito del enredo armado con la malhadada carta de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) enviada al Departamento de Justicia americano pidiendo las pruebas contra un exguerrillero, se hizo sentir con este ladrillazo: “Pido a la @JEP_Colombia facilitar extradición de Santrich, Colombia no puede tener una actitud ambigua frente a lo que ha sido siempre una determinación del Estado colombiano, extraditar a todos los narcotraficantes que sabemos cuánto daño le han hecho a este país”.

El mensaje es atroz por donde se le mire y obviamente hace parte de esa conjura de la ultraderecha colombiana contra la JEP. Lo primero que entre líneas ha sugerido la vicepresidenta es que la JEP está obstaculizando la extradición del exguerrillero, y que Colombia tiene una postura ambigua frente a la decisión de extraditar a personas solicitadas por los jueces americanos. En su afán de figuración a MLR se le olvidó que la ambigüedad en la extradición la tiene es el mismo Gobierno del que es vicepresidenta, pues mientras pretende que la JEP extradite a un exinsurgente, por el otro lado, a través del presidente eterno, sostiene, para defender a Andrés Felipe Arias, que el tratado de extradición no está vigente. Más incoherencia que esa no hay, pero MLR prefiere enfilar sus desgastadas baterías contra la JEP porque, al igual que los de su entorno politiquero, cree que esa postura le da respetabilidad y le asegura un futuro promisorio en el complejo ajedrez de las sucesiones presidenciales.

No advirtió la locuaz vicepresidenta que, siendo parte del Ejecutivo, le está vedado interferir de cualquier manera en la administración de justicia. En los últimos tiempos no se había visto a tan alto funcionario criticando la actividad judicial —exceptuando los gobiernos de Uribe—, pero a MLR esa inhabilidad no le importó, porque lo que en su universo cuenta es figurar donde pueda ser aplaudida por sus correligionarios. Lástima que la presidenta de la JEP no haya tenido firmeza para rechazar esta peligrosa intromisión del Ejecutivo.

Claro que MLR tiene derecho a aspirar a ser la primera mujer en el solio de Bolívar, para tener todos los ministerios a sus pies y no solamente el único que hoy le rinde culto y la pone a hablar de los proyectos viales 4G. Su drama es que cada día se parece más al traidor y corroñoso exvicepresidente Angelino Garzón. Va a tener que serenarse porque la están matando sus trinos, su ambición desmedida, pero sobre todo su marcada tendencia temperamental a hacer el ridículo, como cuando le dio por anticipar el deceso de su copartidario Belisario.

Adenda. Reclutar un millón de informantes del Gobierno en año electoral es lo más parecido a una empresa politiquera.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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