Decadente el debate ruin entre María Fernanda Cabal y Francia Márquez. ¡Qué fatiga! Ninguna aporta nada, salvo el mutuo fastidio que se profesan y que las tiene prácticamente ciegas y enfermas.
Solamente a la ingenuidad de Francia podría ocurrírsele que iba a vivir donde vacaciona buena parte del momierío caleño y que eso iba a pasar inadvertido, en especial después de alterar la tranquilidad de esa zona con un ruidoso helicóptero de la fuerza pública y un nutrido comando de escoltas. Era obvio que la presencia de la vicepresidenta y su esquema de seguridad tenía que alertar a los lugareños, quienes muy pronto empezaron a difundir la especie de que ella había osado comprar una mansión lujosa en el exclusivo veraneadero de Dapa, como lo son todas las del entorno. Como la versión resultó mentirosa, ahora ha aparecido un empresario ibaguereño como el facilitador de ese sueño de Francia de compartir con unos ricachones el mismo sol mañanero y el cantar de los pajaritos que adornan ese sitio.
Claro que Francia tiene derecho a que la protejan las fuerzas estatales de seguridad, lo mismo que su familia, eso ni siquiera puede ponerse en discusión. Son más que necias las voces que critican a la vicepresidenta porque cada viaje de helicóptero para traerla y recogerla en su casa por supuesto que vale una millonada. Lo que les duele a los potentados que enfilaron baterías contra Francia no es lo que se gasten trasladando a Márquez, sino que haya tenido la audacia de convertirse en vecina de unos encopetados que no la soportan ni en fotos. Esos colombianos perfumados dirán que ya era bastante con tener que ver en los medios a esa señora desconocida y de color disfrutando de las casas oficiales, y otra, bastante humillante para ellos y su clase, es tenerla respirando el mismo aire del que ellos se nutren.
Claro que también Francia tiene derecho de vivir donde le venga en gana, aunque no se entiende por qué no reside en el palacete de la Vicepresidencia que está enfrente de la Casa de Nariño, donde no solamente cabe su ego sino la misma parentela que se fue con ella a disfrutar de las delicias de Dapa. Ninguna necesidad tenía de alborotar el avispero de una ultraderecha que se esmera en irrespetarla porque la desprecia por negra y pobre.
Y entonces aparece en el escenario de las miserablezas María Fernanda Cabal con su verbo altanero y abominable a reclamarle a la vicepresidenta que, mientras los helicópteros andan ocupados trasteándola, los soldados mueren en el campo de batalla porque no hay quien los saque del infierno de la guerra. Que se sepa, ni la Cabal ni ninguno otro de su enfurecido séquito jamás se sintieron incómodos ni protestaron con los viajes de la familia de Duque y los compañeritos de sus hijos al Eje Cafetero, ni con los reiterados desplazamientos de Martucha a Cartagena, ni con los costosos viajes al exterior del hermano de Duque cuando él ejercía la presidencia en los tiempos del cuatrienio inútil y mentiroso.
Decepcionante la oposición clasista con la que personas como la Cabal creen que van a convencer a sus compatriotas de que la ultraderecha ignorante, hirsuta y violenta merece regresar al poder. No hay un solo argumento que cautive, todo es estridencia y ordinariez pues creen que entre más griten más los oyen, cuando es lo contrario: entre más algarabía menos atención suscitan.
Pero la verdad es que en algo se parecen la Cabal y Francia. Ambas respiran ese pernicioso tufillo del resentimiento social. La vicepresidenta quejándose en cada declaración de que todos la ven como una “sirvienta”, y la Cabal multiplicando el rencor de su clan por todo lo que se parezca a la vicepresidenta y respirando por la herida que le causa sentir tan poderosa a Francia, mientras ella apenas ha llegado de la mano de su mentor a propalar discursos estigmatizantes y racistas.
Francia tiene que aprender que ella fue elegida para que ejerciera ese cargo no en nombre de su raza ni de los desposeídos, sino de todos los colombianos, inclusive de aquellos que no la soportan. Por ahí debe empezar su oficio como ministra de la Igualdad. A la Cabal le convendrá atemperar su charlatanería chabacana, sobre todo si aspira a que algún día la tomen en serio.
Adenda. Se le volvieron a subir los humos al prepotente fiscal “Narciso” Barbosa. Ahora anuncia que su único interlocutor es el presidente Petro. ¡Bobazo!