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Notas de buhardilla

Mal condenada

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Ramiro Bejarano Guzmán
11 de septiembre de 2022 - 05:30 a. m.
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La justicia no es solo el arte de administrarla sino el de convencer. Cuando los jueces pronuncian sus fallos no deben esperar aplausos ni rechiflas, sino solamente que la comunidad entienda sus decisiones. Cuando no se comprende por qué unas veces se condena y otras se absuelve, la credibilidad de la justicia sale lesionada.

Es lo que está pasando con la condena que ha anunciado un juez a la joven hija de la excongresista Merlano que en el gobierno de Duque se voló en las narices de los encargados de custodiarla. Ahora resulta que, según la Fiscalía y el togado que acogió su solicitud, esta joven —a quien no conozco, ni tampoco a su madre— deberá purgar 17 años de cárcel, lo que de llegar a ocurrir parecerá más una venganza que una decisión salomónica.

El punto no es que nadie está obligado a declarar contra sus parientes, como lo sostuvo la exvicepresidenta Marta Lucía Ramírez, porque aquí no se trató de que a la joven Merlano la hubiesen condenado por no haber declarado contra su progenitora. La cosa no es por ahí.

Lo que se ha sabido es que el famoso video que los colombianos llevamos meses viendo, en el que aparece la excongresista con sus hijos y el odontólogo antes de saltar aparatosamente por una ventana a plena luz del día, no solamente no sirvió de prueba reina para condenar a la jovencita, sino que fue descartado por ilicitud.

¿Cómo construyeron la Fiscalía y luego el juez la certeza de que la joven Merlano estuvo comprometida en la fuga de su progenitora, si por razones de técnica procesal el video de marras fue considerado una prueba ilícita? Difícil edificar esa condena en prueba indiciaria, más todavía cuando lo que también se ha sabido es que no se identificó cuál fue el hecho indicador que estaría demostrando que en la huida de la madre estaba involucrada su hija y además que habrían utilizado al hijo y hermano menor.

Dado el parentesco entre la huidiza excongresista y su hija, era menester una prueba robusta, no la gaseosa consideración de que el hijo y hermano menor de las comprometidas estaba nervioso porque supuestamente en su maletín estaban los elementos para la fuga, ni la suposición de que Aida Victoria obró con dolo porque instrumentalizó a ese hermano menor para que guardara esos elementos. Lo que el país esperaba conocer, por ejemplo, eran mensajes o llamadas interceptadas entre la madre y su hija, o entre alguna de ellas con otro cómplice, de las que materialmente se pudiera deducir que la joven Merlano sí fue determinante en la espectacular escapada de su madre. Nada de eso se allegó al proceso. En presencia de esa orfandad probatoria, la condena que está por imponerse a la señorita Merlano deja el sabor de que no hizo propiamente justicia, porque, además, a pesar de que el video se descartó por ilícito, sí se utilizó como evidencia para tener por establecido el sitio desde donde debió amarrarse la cuerda que permitió a la excongresista conservadora poner pies en polvorosa. Sería la primera vez en la historia judicial que un medio de prueba rechazado por ilícito, como el video, sí surte efectos como elemento de convicción.

Y para acabar de enredar el ovillo, conocida esta primera condena, “coincidencialmente” la Fiscalía deja saber que se propone formularle otros cargos a la señorita Merlano dizque por lavado de activos y enriquecimiento ilícito, porque ella maneja unos bienes dejados por su mamá. ¡Extraña coincidencia!

¿Por qué tan dura la justicia con esta joven ruidosa y provocadora, pero tan blandita con los cómplices de la excongresista Merlano en la compra de votos? ¿Por qué tan lenta frente al industrial Julio Gerlein? ¿Por qué la única responsable de que la Merlano esté prófuga en Venezuela es su hija y no los poderosos señores que pagaron su fantástica fuga? ¿Qué sabe el intocable clan Char? Hay alguien muy influyente que definitivamente quiere silenciarla.

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