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Notas de buhardilla

Mal paso de Gilberto Tobón

Ramiro Bejarano Guzmán
04 de diciembre de 2022 - 05:30 a. m.

La dirigencia política antioqueña, otrora influyente y vertical, atraviesa uno de sus peores momentos. Con contadas excepciones, la mayoría de los paisas que hoy deambulan en los pasillos del Congreso o en los medios han sido, son o van a ser uribistas, pero nunca brillan en el concierto nacional. Recientemente esperaban la renovación ideológica de sus hombres públicos pero los sacudió otra decepción, esta vez por cuenta del profesor Gilberto Tobón Sanín.

A punta de decir verdades incómodas y de nadar contra la corriente uribista de su tierra, Tobón se hizo notorio y respetable. En su región se erigió como la voz decente de la oposición contra Álvaro Uribe. No había declaración, entrevista, conferencia o simple conversación donde este hombre no soltara inteligentes pedradas contra el mesianismo de Uribe, su corruptela y la de su entorno electorero y burocrático.

Muchos empezamos a disfrutar además de su verbo salpicado de humor fino en muchos programas regionales, en los que con valor y gracia –difícil mezcla, pero productiva– lanzaba sus directas e indirectas llenas de verdades y sensateces. Se volvió Gilberto un faro en la opinión irreverente e ilustrada, y con su presencia pareció que la Antioquia grande y altanera había reencontrado el sistema de hacer política duradera y efectiva, diferente a la de las arbitrariedades de ese reyezuelo maleducado y provocador de Daniel Quintero, otra desilusión para sus paisanos, quien ha patentado el ejercicio brusco y retador de la gestión pública en las narices de una Procuraduría que si bien lo suspendió por tres meses le ha dado miedo destituirlo e inhabilitarlo para asumir cargos públicos, como debería haber ocurrido no solo por su abierta y peligrosa intervención en política durante la pasada campaña electoral, sino por lo que dice, hace o deja de hacer polarizando hasta el aire que respira.

Sabedor Tobón de que su prestigio indestructible de profesor universitario había trascendido en los escenarios políticos nacionales, como un quijote se lanzó en la pasada campaña al Senado, como vocero del movimiento Fuerza Ciudadana, lo que fue recibido con simpatía y esperanza por los votantes de izquierda y centro izquierda a quienes se les apareció un buen nombre para llevarlo al Congreso. El experimento demostró que lo de Tobón era en serio, porque sin mayor propaganda y seguramente sin recursos económicos, sus miles de seguidores votaron por él obteniendo 173.000 votos, que sin embargo no le alcanzaron para llegar al Senado, porque no superó el umbral. Se ahogó lo que parecía un extraordinario candidato, pero no una ilusión que siguió viva hasta que a Gilberto le dio por moverse en arena movediza y hoy tiene pies en polvorosa a muchos de los que creyeron en él como una opción refrescante y renovadora.

En efecto, ahora Tobón está aspirando a suceder a Quintero en la alcaldía, y el gran profesor de todas las horas, hoy inmerso en una azarosa campaña política, se ha mostrado errático, contradictorio, politiquero, oportunista y finalmente, lo peor, hasta uribista. Su inexplicable e infundada absolución de Uribe, relevándolo de la responsabilidad de los falsos positivos, no la creyeron ni los propios uribistas. Sostener que Uribe no ordenó los 6.402 falsos positivos es desconocer que esa fue una política de Estado diseñada y ejecutada en su mandato, así él personalmente no hubiese disparado. Si Tobón sostiene que Uribe nada tuvo que ver con esa máquina de la muerte, entonces que nos explique cómo fue que este horror se hizo posible.

Pero ahí no pararon los gestos contradictorios porque, adicionalmente, Tobón apareció muy sumiso y silente reunido con Uribe, dizque hablando de Medellín. Ambos olvidaron las diatribas de antaño del aguerrido profesor, precisamente cuando se necesitan electoralmente. Este encuentro puso al candidato en el predicamento de defenderse de la sospecha de que no es uribista aunque sí lo parezca, porque ya no reniega de Uribe.

Es posible que Tobón logre hacerse perdonar de las huestes uribistas y de la ultraderecha paisa y hasta que consiga que lo respalden en su aspiración de ser alcalde de Medellín, pero qué inversión tan inútil y costosa la de bajarse sin pena ni gloria de su pedestal de hombre respetable para ponerse a la altura de caudillos decadentes como Uribe o agitadores de barrio como Quintero.

Adenda. ¿Qué clase de policía captura a una mujer indefensa, además extranjera, porque reclama el pago de sus prestaciones laborales y delante de su hijo menor la humillan poniéndole esposas?

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

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