Deplorables e intimidantes las respuestas de Iván Duque, de sus ministros de Defensa y Relaciones Exteriores, del defensor del Pueblo y del perfumado e incompetente director de la Policía a los documentados y sesudos informes de la ONU y la Relatoría para el Esclarecimiento del 9S del PNUD sobre el exceso de la fuerza policial durante las protestas de abril de este año y de septiembre de 2020. Lo más probable es que ninguno haya leído íntegramente esos papeles, pues de haberlo hecho tendrían una actitud menos belicosa que la que exhibieron con sus destempladas declaraciones.
No hay un solo colombiano sensato que crea que sea legítimo o conveniente que alguien maltrate o asesine a los policías. Eso no está en discusión. Pero tampoco lo está que la policía con el Esmad a la cabeza se han extraviado peligrosamente en el cumplimiento de sus deberes durante la legítima protesta ciudadana.
Ante la publicación de estos informes tan comprometedores, Duque —siempre altanero— se comportó nuevamente como un activista político en plena campaña electoral y no como mandatario. Es evidente que mientras él sea el inquilino de la Casa de Nari no habrá reconciliación ni disminución de la polarización, porque su soberbia y ceguera no le dejan entender el presente ni mucho menos pensar en el futuro. Duque cree que los problemas de esa magnitud se resuelven dando alaridos provocadores en los actos de ascensos de generales, para suscitar los cómplices aplausos de la cohorte de sus amigotes, los viejos y los nuevos, muchos de ellos hipócritas y oportunistas.
No pudo Duque desmentir los informes de la ONU y la Relatoría del PNUD, y a pesar de ello salió a “defender” a la Policía que nadie estaba atacando. En efecto, guardó silencio frente al crecido número de civiles ultimados en esas duras jornadas de protesta y optó por difamar al valeroso exdefensor del Pueblo Carlos Negret, quien lideró el trabajo del PNUD y de nuevo le prestó un servicio invaluable a la democracia al liderar y divulgar lo que, luego de meses de intenso trabajo con otros siete investigadores independientes, pudo establecerse. Como si fuera poco, ante un trino crítico de Petro, a Duque solo se le ocurrió recordarle su militancia en el M-19 y subliminalmente llamarlo “terrorista”. Ninguna solución.
El Gobierno es tan irresponsable que pretende hacerle creer al país que cuando la ONU o el PNUD trabajan estos temas y divulgan sus fundamentadas conclusiones están politiqueando. Son Duque y sus muchachos quienes están haciendo vulgar politiquería con los crímenes frente a los cuales han permanecido indolentes. Querer convertir en enemigos de la Policía a quienes reclaman claridad es la misma tesis infame del vanidoso y perseguidor fiscal Barbosa según la cual detrás de cada uno de sus críticos siempre están “delincuentes parapetados”.
Si los informes de la Relatoría del PNUD y la ONU se hubieran divulgado en otro país, el director de la Policía no habría durado 24 horas más en el cargo; aquí no solo nadie lo toca, sino que el general Vargas se da el lujo de conceder irritantes y provocadores reportajes como si fuese otro actor político, ofendido porque Negret llamó las cosas por su nombre: masacre policial. Vargas olvidó el deber cristiano de ofrecer disculpas a las víctimas y sus deudos por las ejecuciones extrajudiciales de civiles por la Policía, que él todavía cree que no fueron premeditadas.
Que hayan caído acribillados tantos civiles en septiembre de 2020 y abril de 2021 por comprobado abuso policial, como lo confirmaron los informes de la ONU y la Relatoría del PNUD, debería haber suscitado excusas a la nación por parte de Duque y su combo, o por lo menos exigirles a la Fiscalía y la Procuraduría que den resultados pronto y sancionen a los responsables, y que dejen de hacer gobiernismo pues eso solo genera más impunidad. La calculada lentitud de estas dos entidades amenaza la democracia.
Adenda. Tiene toda la razón el senador Rodrigo Lara Restrepo en calificar como “inconstitucional, antidemocrático, kafkiano y ofensivamente indignante” el procedimiento al que pretenden someterlo las despóticas y arbitrarias directivas del Nuevo Liberalismo y su prepotente secretario general, para que pueda ser vocero y precandidato presidencial de su partido.