Con ocasión del publicitado desplazamiento al parque Panaca de la familia del primer mandatario para festejar el cumpleaños de uno de sus hijos, por estos días se me ocurrió formular una petición a la Casa de Nari, con el objeto de establecer los diferentes viajes realizados en la flotilla aérea del primer mandatario y, además, con el propósito de conocer las condiciones que debe reunir alguien que no sea pariente o amigo de un alto funcionario para viajar en aviones de la Presidencia.
Empiezo por la respuesta al segundo interrogante, sobre el cual no albergaba muchas esperanzas. En efecto, el brigadier general Carlos Fernando Silva Rueda, jefe de la Casa Militar, en nombre del inquilino de la casa presidencial derrumbó mi legítima ilusión de viajar en los aviones presidenciales, porque me advirtió que para que un “ciudadano cualquiera pueda aspirar a ser transportado en alguno de los aviones al servicio de la Presidencia, este deberá ser un funcionario público del Gobierno Nacional cumpliendo una misión de apoyo al objeto del viaje del señor presidente de la República o, de otro modo, por invitación expresa del primer mandatario de los colombianos”. Dado que no soy funcionario en ningún grado ni tampoco Duque me invitaría a nada —y yo tampoco aceptaría—, he renunciado, pues, como “ciudadano cualquiera” —que a mucho honor sigo siendo— a cumplir ese deseo pequeñoburgués de irme de viaje por Colombia y el mundo, además gratis.
No fue del todo decepcionante la respuesta del brigadier general Silva, porque tuvo a bien suministrarme el listado de los conspicuos acompañantes del jefe de Estado en los innumerables viajes que ha realizado aquí y afuera. Altos funcionarios, uribistas purasangre, periodistas gobiernistas, lagartos, arribistas varios y mucha parentela, de la cual solo me ocuparé de uno de ellos, para no provocar que el superintendente de Industria y Comercio me crucifique con una de sus exhaustivas investigaciones, con las que pretende silenciar las voces críticas del régimen. En efecto, es recurrente el nombre de Andrés Gregorio Duque, hermano de Iván Duque, como uno de los afortunados pasajeros en los vuelos presidenciales, quien registra muchos desplazamientos dentro y fuera del país.
Andrés Duque, en estos 20 meses de gobierno de su consanguíneo, ha abordado aviones presidenciales al exterior al menos 10 veces, a los siguientes lugares: Nueva York (22/09/2018), Roma (20/10/2018), Bruselas (24/10/2018), Perú (26/05/2019), San Francisco-Seattle (07/05/2019), Buenos Aires (09/06/2019), Londres (15/06/2019), Shanghái-Pekín (26/07/2019), Washington-Miami (21/09/2019) y Davos (21/01/2020). Falta ver si en el reciente viaje a los Estados Unidos también clasificó el Marco Polo del régimen.
Pero también Andrés Duque ha gozado más de las mieles del poder, porque en cuatro meses y medio de 2018 viajó al menos en 15 oportunidades dentro del país, mientras que en 2019 estuvo en 42 viajes. Se destaca como destino reiterado, obviamente, Cartagena, el Corralito de Piedra, donde la familia presidencial seguramente recibe a sus invitados en la “Casa de Huéspedes”, un refugio privado de cinco estrellas en el Caribe. Claro que no pregunté cuáles requisitos debe satisfacer un “ciudadano cualquiera” para pernoctar allá, por temor a que mandaran a dormir al lugar adecuado.
Olvidaba referir que el jefe de la Casa Militar también me informó que ninguno de estos viajeros “ha sufragado costo alguno” por esos viajes. No me dio la justificación de esa concesión gratuita, pero obviamente se debe a que, por supuesto, todos la merecen.
Quienes conocen a Andrés Duque aseguran que es un hombre de mundo, y ante tanto viaje lo creo. ¿Pero cómo hace para trabajar alguien que viaja tanto? Teletrabajo, seguramente.
Al privilegio de viajar en las aeronaves presidenciales solamente pueden acceder muy pocos, siempre que trabajen con Duque o hagan parte de su familia. Eso no altera el principio constitucional de que todos somos iguales ante la ley, porque allí lo somos, el problema es que no lo somos ante quien aplica la ley.
Adenda. No está ni tibio el Gobierno si cree que va a superar el coronavirus con el populismo religioso de consagrar el país ante el Sagrado Corazón o la Virgen de Chiquinquirá. A pesar de la pandemia, Colombia seguirá siendo un Estado laico.