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Ministra acosada

Ramiro Bejarano Guzmán

18 de septiembre de 2022 - 12:30 a. m.

Cuando arrancó la ministra de Minas, Irene Vélez, muy rápido dejó ver su ingenuidad junto con algo de soberbia, terrible mezcla para alguien sin experiencia. En su primera declaración a los medios se ufanó de ser la profesora más joven de la Universidad del Valle, lo cual nos hizo recordar las boberías del fiscal Barbosa cuando se promocionó como el más culto de su generación.

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No tenía necesidad la doctora Vélez de abrir plaza exhibiendo sus títulos académicos, entre otras cosas porque en la Universidad del Valle hay muchísimos profesionales de gran reconocimiento y reputación internacional que han cobrado más notoriedad académica y científica que la joven ministra, quien en todo caso ya es cuarentona.

Pero empezó la ministra, con la altivez de quien se siente insegura, a hacerse notoria dando la sensación de que le queda grande el ministerio y desde entonces no ha parado de dar declaraciones imprudentes, casi todas innecesarias y erráticas, alterando aún más un sector que con sobradas razones está nervioso por la llegada del Gobierno Petro que lo tiene en la mira.

Sin embargo, resultó caricaturesco el llamado de atención que le hicieron a la ministra Vélez en el Congreso, cuando el presidente de una de las comisiones le advirtió que los oradores tienen prohibido leer, según lo manda la Ley 5 de 1992, y ella con candidez respondió que “no sabía”.

Vaya pecado tan grave no estar enterado de que en el Congreso quien se pare a hablar no puede leer, porque lo prohíbe una ley aprobada por un puñado de falsos demóstenes. Ninguna razonabilidad tiene esa prohibición absurda, que solamente podía ser expedida por el Congreso, la cual resulta lesiva de la libertad de expresión. En efecto, si una persona no tiene destrezas para improvisar o su memoria no la ayuda a la hora de hablar en público, no puede auxiliar sus deficiencias leyendo. Eso solamente ocurre en un Congreso donde hemos tenido que padecer improvisaciones como la de un patán del Centro Democrático, Carlos Felipe Mejía, cuando a grito herido señalaba a su colega senador Petro de sobrar en el Congreso, para solo mencionar una inolvidable anécdota por lo grotesca.

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Si hay alguna disposición que riña con la Constitución es esta de la Ley 5 de 1992, porque prohíbe leer en las intervenciones. Si los congresistas no son capaces de derogar semejante adefesio, ojalá la Corte Constitucional les haga el favorcito. Pero que no nos vengan a decir que el parlamento es mejor porque nuestros congresistas no pueden leer cuando intervienen, pues ha resultado todo lo contrario. La falta de lectura y preparación es lo que se ve en un recinto que jamás mejora.

Si la ministra Vélez, ante la interrupción de quien le pedía no leer, le hubiera contestado que no se acogía a esa norma por violar la libertad de expresión y hubiese continuado con su lectura, habría callado a los insensatos que creen que leer en público es un defecto y no una virtud.

Del mismo yerro padeció mi generación en el Externado, cuando el profesor Simón Carrejo dictaba clase de Personas sentado y leyendo pausadamente su libro, lo que a nosotros, jóvenes irreverentes, nos parecía un abuso. Entonces le reclamamos al noble maestro Carrejo nuestro inconformismo por esa metodología, a lo cual respondió con esta demoledora explicación: “¿Y ustedes qué quieren, que venga a decir aquí todo lo contrario de lo que he escrito?”. Años después en Francia comprobé que los profesores todos dictaban clase de la misma manera.

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Pero volvamos a la ministra Vélez. Lo peor que le puede estar sucediendo es que hoy es un dolor de cabeza para el propio presidente Petro, porque cuando un mandatario tiene que salir a defender a un miembro de su gabinete cada dos días es porque soplan vientos de crisis.

Y lo realmente inocultable es que todos estos debates anodinos demuestran el machismo con el que se mira a la ministra Vélez. Los tenis, los regaños, la lectura en el Congreso son formas de infantilizarla y desviar la atención de la discusión verdadera y lo que debería preocuparnos, como las peligrosas políticas públicas que pretende impulsar desde su cartera.

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Me temo que la andana mediática y las redes sociales deben estar debilitando emocionalmente a la ministra, a quien, a pesar del apoyo de su progenitor, un buen día de estos pueden conducir a tirar la toalla.

Adenda. Que los 50 diálogos regionales no sean más señales para mantener a las gentes en las calles apoyando a un Gobierno que insiste en ensayar la democracia plebiscitaria.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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